lunes, 13 de abril de 2015

Castillo fuerte


En la niñez, nos maravillábamos de esas películas antiguas que nos hacían emocionar y desear ser como el héroe vengador. Guillermo Tell, Ivanhoe, Robin Hood y cuanto caballero andante aparecía, era suficiente para identificarnos con ellos, los paladines de la justicia y el valor. Los castillos medievales, las espadas refulgentes y el duelo, parecían ser tan reales que “moríamos” como ellos imitándolos al más puro estilo de la época.

Pero cuando crecemos, esos castillos y fortalezas, armaduras y caballos, van quedando en el olvido para darnos cuenta que ya la vida no es como creíamos sino una verdadera lucha con verdaderos monstruos y dragones. Resulta que ahora ya la fantasía se vuelve realidad y entendemos que ahora sí que tenemos la verdadera necesidad de tener un escudo, nuestra espada y un castillo verdadero en los encuentros de nuestra existencia. Leí alguna vez sobre Martín Lutero referente a la composición o arreglo de un viejísimo himno que aún se canta y no necesariamente en las confesiones reformadas. “Castillo fuerte es nuestro Dios, defensa y buen escudo...” El que lo escucha parece retroceder en el tiempo simplemente por la música que nos da ese sabor del siglo XVI. Pero más profunda y significativa es la letra porque ella expresa a un Dios Todopoderoso y Suficiente para defendernos y ayudarnos a luchar. La idea de un castillo fuerte, inexpugnable, que no puede ser vencido, nos llena el corazón de gozo y nos da la seguridad que tenemos ya una victoria final sobre el dragón ya vencido de antemano por nuestro Señor en la cruz del Calvario. A eso agreguemos el amor que lo hace más sublime, a la misericordia, que lo pinta de cuerpo entero y a la esperanza de verlo, que será siempre una realidad.

Este castillo real es Jesucristo, vive hoy y espera hacer en nosotros un paladín verdadero, un paladín valiente, que glorifique su nombre. A Él sea la gloria. 



Pr. Roque Puell López Lavalle
Escuchemos: https://www.youtube.com/watch?v=42vu9kpup0M

viernes, 10 de abril de 2015

¿Por qué la religión no trae paz?


Por más que la religión fomente la paz, el pecado que daña los corazones de las personas actuará en contra de ella. Si una persona tiene cáncer, fomentar y promover la salud no la va a salvar del cáncer. Hay que sacar el cáncer para que las actividades salubres cobren relevancia. Muchas religiones ponen la paz en sus obras o en una búsqueda relativa interior. El problema es que las obras son pasajeras y olvidadas; el hombre, como dijimos, dañado por el pecado. En el Cristianismo, la paz no es algo, es Alguien. Y esa realidad no depende de cómo nos comportemos. Jesús quita nuestro pecado para alcanzar la verdadera paz.

Adaptado