Tú dices: Estoy
demasiado cansado.
Dios dice: Venid a mí todos los que estáis trabajados y
cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de
mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras
almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga (Mateo 11:28-30).
Tú dices: Nadie
me quiere.
Dios dice: Te amo. Porque de tal manera amó
Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él
cree, no se pierda, más tenga vida eterna (Juan 3:16). Un mandamiento nuevo os
doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos
a otros (Juan 13:34).
Tú dices: No
puedo continuar.
Dios dice: Mi gracia es suficiente y me ha
dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por
tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose
sobre mí el poder de Cristo (2 Corintios 12:9).
Tú dices: No
sé cuál camino tomar.
Dios dice: Yo puedo dirigir tus pasos. Fíate de
Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en
todos tus caminos, Y él enderezará tus veredas (Proverbios 3:5-6).
Tú dices: No
lo puedo hacer.
Dios dice: Todo lo puedes en mí. Todo lo puedo
en Cristo que me fortalece (Filipenses 4:13).
Tú dices: No
es posible. Dios dice: ¿Hay
algo imposible para mí? He aquí que yo soy Jehová, Dios de toda carne; ¿habrá
algo que sea difícil para mí? (Jeremías 32:17).
Tú dices: No
vale la pena.
Dios dice: Todas las cosas nos ayudan a bien. Y
sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es,
a los que conforme a su propósito son llamados (Romanos 8:28).
Tú dices: No
puedo perdonarme a mí mismo.
Dios dice: ¡Te perdono! Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo
para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad (1 Juan 1:9).
Tú dices: No
puedo proveer para mi familia.
Dios dice: Yo supliré todo lo que falta. Mi Dios, pues, suplirá todo lo
que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús (Filipenses
4:19).
Tú dices: Tengo
miedo.
Dios dice: No te he dado espíritu de temor. Porque no nos ha dado
Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio (2
Timoteo 1:7).
Tú dices: Siempre
estoy preocupado y frustrado.
Dios
dice: Echad tus
ansiedades sobre mí. Echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene
cuidado de vosotros (1 Pedro 5:7).
Adaptado