Todo
lo bueno, lo malo, lo fácil o lo difícil que estamos viviendo, no es para
siempre, es una temporada, sólo una etapa; y si tenemos la habilidad para
reconocer en qué temporada vivimos, va a ser más fácil experimentar la guía de
Dios. Mientras más pronto podamos reconocer cuándo una temporada ha terminado y
otra ha comenzado, más pronto podremos re inventarnos y dejar atrás el pasado
para adaptarnos a las nuevas circunstancias. Los tiempos cambian
inevitablemente y debemos aprender a considerar cada temporada que atravezamos
como una oportunidad para crecer y acercarnos más a Dios. ⍏
lunes, 28 de enero de 2019
domingo, 27 de enero de 2019
Dice el necio en el corazón: No hay Dios
“Se han corrompido,
hacen obras abominables; No hay quien haga el bien. Jehová miró desde los
cielos sobre los hijos de los hombres, para ver si había algún entendido, que
buscara a Dios. Todos se desviaron, a una se han corrompido; No hay quien haga
lo bueno, no hay ni siquiera uno”. -
Salmo 14:1-3
Si yo les contara la
siguiente historia….. Hace unos días estaba en el desierto del Sahara. No había
nada a mi alrededor, solo arena. De repente, de la nada apareció frente a mí un
punto, como una pequeña luz que explotó con la potencia de una bomba nuclear, y
se creó una ciudad gigantesca… Obviamente, cualquier persona con dos dedos de
frente, diría: “Carlos, lo que tú me cuentas no solo es increíble, es
imposible. De la nada no puede aparecer algo, así como así, y menos que al
explotar haya creado una ciudad gigantesca…. Perdóname, pero solo un tonto
puede creer algo parecido”. Obvio.
Nadie en su sano juicio,
puede creer que de la nada, del cero absoluto, del vació total, de repente,
solito, sin razón alguna, aparezca algo… pero no solo aparece, sino que además
es súper poderosísimo porque tiene concentrado un poder infinito, y que luego
en un micro segundo, sin que nada lo motive…. Explotó… y se hizo el inmenso
universo que hoy conocemos. Y aunque viéndolo de esta manera, parece un cuento
increíble, es lo que otros nos han vendido como la teoría del Bing Bang en
cuanto a la creación de universo. ¡Y muchos la creen, y te discuten, y te
tratan como si fueras tonto cuando les dices que no puedes creer en una teoría
tan absurda y que va contra todas las leyes de la física!
Quizás por eso, la Biblia
dice: “Dice el necio en su corazón no hay Dios”. Porque en el fondo, esta
teoría busca desesperadamente una explicación sobre la creación del universo…
pero que no incluya a Dios en el proceso. Y como no hay manera lógica de
explicar la existencia del universo sin la participación de Dios, es necesario
crear una teoría absolutamente ilógica, y hasta fantasiosa, para poder creer en
algo.
¡Piénselo por un instante!
¡De la nada salió algo, explotó en un micro segundo… y se creó todo el universo
conocido y desconocido! Por Dios…. ¿Se dan cuenta de lo absurdo e increíble?
Pero es que en el fondo, estamos dispuestos a creer lo que sea… siempre y
cuando Dios no sea parte de ello. ¿Por qué? Porque es un acto de rebeldía
contra Dios, porque lo que no quiero es reconocer que hay un Dios ante el cual
debo dar cuenta de mis actos, porque quiero sentirme dueño de mi mismo y
determinar lo que es bueno y malo para mi, y que nadie me diga lo que debo
hacer porque yo quiero hacer lo que me da la gana. Es un acto de rechazo ante
un ser superior que estableció ciertas normas a las que no quiero sujetarme… Y
esto se aplica a todas las áreas de la vida. Somos capaces de creer lo
increíble, con tal de controlar nuestro destino pero sin darle cuentas a Dios.
¿Realmente cree que si echa sal en la mesa… el universo se confabula contra Ud.
y le trae siete años de mala suerte? ¿Realmente cree que si pone una foto de
billetes de dólar en su página de Facebook, le vendrá un año lleno de prosperidad?
… Son creencias populares, absurdas, pero a las que muchas personas creen a
ciegas.
Pero si les decimos: “Cree
en la Palabra de Dios, porqué ahí está tu salvación. Cree en el Señor
Jesucristo y síguelo porque ese es el camino a la presencia de Dios”…
inmediatamente reaccionan, discuten, ponen en duda, se burlan…. Porque hay una
actitud de rebeldía ante Dios… y por eso si abres una Biblia se reirán de ti…
pero si les cuentas una historia de fantasmas o de extraterrestres te
escucharán con toda su atención. Y por eso la Biblia les llama: “Necios”.
Ps.Karl Hardmeier
El éxito viene de Dios
“Sino
acuérdate de Jehová tu Dios, porque él te da el poder para hacer las riquezas,
a fin de confirmar su pacto que juró a tus padres, como en este día”.
(Deuteronomio 8:18)
Muhammed Ali (Cassius
Marcelus Clay) es considerado por muchos entendidos el mejor boxeador de todos
los tiempos. Ganó 56 de sus 61 peleas profesionales y dejó fuera de combate a
37 de sus oponentes. Su frase más famosa fue «Yo soy el más grande».
Un día, Ali estaba sentado
en un avión. Cuando uno de los asistentes de vuelo vino por el pasillo
comprobando que todos los pasajeros tuviesen puesto el cinturón de seguridad,
al llegar al asiento de Ali le pidió abrocharse. «Supermán no necesita
cinturón», sonrió con desprecio el púgil. El asistente de vuelo sonrió
dulcemente y replicó, «Supermán tampoco necesita un avión». Ali se colocó su
cinturón.
Cuanto mayor sea nuestro
éxito, mayor será el riesgo de que nos vanagloriemos y de que consideremos que
nuestra inteligencia y nuestra capacidad como son los únicos factores de
nuestra prosperidad. Dios queda relegado de nuestras vidas y el yo recibe toda
la alabanza.
El historiador escocés
Thomas Carlyle observó: «Parecería que la adversidad es muy difícil para los
hombres. Sin embargo, por cada cien personas que se mantienen en pie frente a
la adversidad, solo hay una que se mantiene en pie frente a la prosperidad. El
éxito repentino frecuentemente lleva al orgullo y a la caída. Para sobrevivir,
la prueba más exigente de todas es la prosperidad».
¿Cómo ves lo que has llegado
a poseer? Quizá después de ser pobre o de ocupar posiciones sin importancia,
ahora goces de muchas comodidades. Quizá seas dueño de varias casas, o el
pequeño negocio se ha convertido en una gran empresa. Puede que hayas alcanzado
una posición de prestigio y fama. ¿Qué piensas al considerar el éxito
alcanzado? Debes considerar tus logros no como resultado de tu fuerza, sino
como una bendición de Dios. Él es quien da la fuerza y los talentos para
triunfar. Todo lo que tienes, lo has recibido de la mano de Dios. Si eres
inteligente, si tienes buena salud o buena formación académica, debes darle las
gracias al Señor y dejar a un lado toda arrogancia.
Tú no lograste el éxito; lo
recibiste como un regalo de Dios. Camina en humildad delante de Dios. Para no
ser humillado bajo su mano poderosa, dile hoy al Señor: «Todo te pertenece a
ti; yo soy solamente tu mayordomo».
Compilado
El Cristo de Hispanoamérica I
Ciertamente, el Cristo llegó
a nosotros vía España: la España que dotada de un sentido de misión, de una
mística muy propia del espíritu íbero, realizó la conquista y colonización de
gran parte del Nuevo Mundo. "Por la primera y última vez en la historia
del cristianismo", dice Juan Mackay, "la espada y la cruz formaron
una alianza ofensiva para llevar el cristianismo, o lo que se consideraba como
tal, a tierras extrañas".
Al frente de la empresa
venía el almirante genovés don Cristóbal Colón, quien ufanándose de la
etimología de su nombre Cristóforo se consideraba un verdadero "portador
de Cristo". ¿De cuál Cristo? preguntamos. Ningún otro sino el de las
austeras vestimentas medievales, el de los rígidos y fríos escolásticos, el
Cristo del pueblo español, el cual en la actualidad la mayoría rinde adoración,
o sea el Cristo carne (Jesús de Nazareth).
Muy extraño debe haberles
parecido a los aborígenes americanos este Cristo de sus conquistadores: el dios
blanco que muere por toda la humanidad, establece una religión cuyo jefe máximo
está en Roma, y cuenta entre sus seguidores al rey hispano, quien envía un
grupo de sus aguerridos súbditos a descubrir y sojuzgar tierras misteriosas y
lejanas al otro lado del mar. En nombre de Dios y del rey estos castellanos,
rubios como el sol y cabalgando briosos corceles, matan indios a diestra y
siniestra, les despojan de sus tierras, les violan a sus mujeres, y convierten
a todos, los que sobreviven la matanza, en esclavos del papa y del gran imperio
español, “En muchos casos”, "el espíritu de la espada fue más fuerte y
poderoso que el espíritu de la cruz. Para muchos Cristo no era un Salvador que
había dado su vida por ellos sino un tirano celestial que destruía las vidas
para su gloria, por la conquista de dominios y terrenos.
Con excepción de la obra
caritativa de algunos frailes misioneros, como la del célebre protector de los
indios Fray Bartolomé de las Casas, muy poco hicieron los colonizadores en el
terreno económico y social para borrar la impresión negativa que los aborígenes
habían recibido en su primer encuentro con el Cristo en cuyo nombre lo habían
perdido todo, inclusive la libertad. Los seguidores y defensores de este Cristo
seguían oprimiéndolos y degradándolos, y la nueva raza que surgió de la unión
de dos sangres no corrió mejor suerte que la sufrida por los autóctonos
americanos.
No era éste el Cristo que
anunciaban con notas de oro los clarines de la Reforma religiosa del siglo XVI.
Esta se quedaría atrás, allá en España, combatida tenazmente por Ignacio de
Loyola, aplastada por Carlos V y Felipe II, consumida en las llamas implacables
de los autos de fe. Mientras otros países europeos se sacudían la modorra de
siglos en el despertar convulsivo de la Reforma , España seguía quieta, inerte,
sin experimentar en su religión los dolores de parto de una nueva era.
“El otro Cristo español”,
que llegaron a cantar en poemas incomparables los grandes místicos de España,
corno Juan de la Cruz y Fray Luis de
Granada, fue lento en su peregrinar al nuevo continente. Si tuvo seguidores aquí desde el principio de
la colonia, su influencia no fue lo suficientemente poderosa como para anular
del todo la del Cristo de las tradiciones. Con todo, mucho empeño pusieron los
misioneros para hacer aceptable su Cristo a la mentalidad de la raza oprimida;
y en su afán de adaptarse a la cultura indiana no pudieran evitar el
sincretismo religioso. Toleraron y estimularon
la mezcla del cristianismo español con las ideas y prácticas de la religión
local. Cristo, la virgen y los santos vinieron a aumentar el número de deidades
en el panteón americano. Al mismo tiempo muchísimos aborígenes continuaron
adorando a sus antiguos dioses en las imágenes traídas por el catolicismo. Detrás de estos santos de blanca tez y ojos
azules se alzaba la presencia mágica y poderosa de dioses y diosas regionales
que seguían muy campantes haciendo de las suyas en la experiencia religiosa de
sus adoradores.
Continuará en
la Parte II
El Cristo de Hispanoamérica II
Parte II
EL CRISTO IMAGEN
Muy útil sería en el trabajo
catequístico de la Iglesia en tierras americanas el Cristo imagen que tan
prominente era ya en la religión de los colonizadores. Era mucho más fácil
mostrar una imagen que explicar un dogma; hacer un cambio de imágenes europeas
por los ídolos autóctonos que arrancar de cuajo ideas religiosas que eran
producto de siglos. Tampoco era difícil americanizar la imagen del Cristo, El
sincretismo religioso se expresaría también en esculturas y pinturas de un
Jesús que retiene sus facciones extranjeras pero en color moreno. Hay muchos
cristos mestizos, y aun negros, en nuestra América hispana. Aquí también el
Cristo se volvería piedra y madera, lienzo y estampa -obra de arte a veces
magnífico- escultura y pintura en la gloria de los altares, en el rincón
hogareño, en la celda monacal, en el cruce de los caminos, en la cresta de las
montañas. El Cristo imagen habría de proyectar su sombra a lo largo de todo un
continente.
Esta figura del Cristo se hizo familiar en campos y ciudades, y al fin despertó en la gente hondas simpatías. Después de todo el Cristo es un niño en los brazos protectores de su madre, inofensivo y dulce como todos los niños. ¿Cómo puede El ser un déspota o un tirano? Si no es capaz de liberar a la raza de sus ominosas cadenas tampoco puede culpársele de haberlas forjado Él con sus débiles e infantiles manos.
Es el niño que no puede
hablar. Su balbuceo es apenas comprendido por María, quien lo sostiene y le
cuida. No puede el niño Dios reprocharle a los amos blancos su abuso de poder,
su ilimitada codicia y lascivia, sus tremendas injusticias contra el pueblo
humillado y vencido, Carece del don maravilloso de la palabra. Es inofensivo
tanto para los poderosos como para los débiles y pequeños. Nada puede hacer
contra el pecado de los unos y los otros. Es sólo la imagen de un niño que
permanece sonriendo, indiferente a la enorme tragedia que ocurre en su
derredor. Se está forjando bajo signos despóticos una raza, un nuevo mundo, y
este niño Jesús no dice nada.
El indígena niño, subyugado
por el patrón blanco, tratado como un niño por sus conquistadores, se
identifica consciente o inconscientemente con el Jesús niño y corre a
refugiarse en los brazos de la madre bondadosa. Así la veneración a María lleg6
a tener más importancia en nuestra América que el culto a Cristo. Las almas
oprimidas buscan a la madre, María, no a su hijo Jesús.
Otra imagen favorita ha sido
la del Cristo sufriente. En general, el catolicismo hispanoamericano se ha
caracterizado especialmente por la presencia del Nazareno que sufre, agoniza y
muere. La cristianización de estas tierras fue una siembra abundante de la
cruz. Por este signo venció España en la conciencia de sus nuevos súbditos. Era
la religión del crucifijo, del Cristo que muere en impotencia clavado al madero
de ignominia. La apoteosis de esta religión se efectúa el Viernes Santo, no el
Domingo de Resurrección. Por supuesto, el dogma afirma que el crucificado se
levantó al tercer día de entre los muertos; pero el dogma no parece llegar a
las masas. Lo que ellas contemplan es al Cristo prisionero, azotado, coronado
de espinas, clavado en la cruz, encerrado en su urna funeraria: su aposento de
todo el año, de todos los años, de siglos y siglos.
El Cristo imagen está
derrotado; la raza autóctona huye llena de pavor; la nueva raza, la de las dos
sangres, la de los dos mundos, nació vencida. Hispanoamérica no sólo ha llorado
con Cristo; ha llorado por El. Y más por El que con El. Sus palabras
pronunciadas en la vía dolorosa se han echado al olvido: "Hijas de
Jerusalén, no lloréis por mí; llorad por vosotras y por vuestros hijos".
Sin embargo, y aunque parezca contradictorio, al Cristo imagen se le piden
favores. Se le compadece y se le teme. Inspira lástima y fe. En grandes emergencias
es posible acudir a El, y mucho mejor si la petición se eleva a una de sus
imágenes más milagrosas. En su novela El Señor Presidente, Miguel Ángel
Asturias pinta a lo vivo la fe de las masas latinoamericanas en el Cristo
imagen cuando pone en los labios de una pobre mujer las siguientes palabras:
“A
usté es al que yo siento. Debía pasar a pedirle a Jesús de la Merced. ¿Quién
quita le hace el milagro? Ya esta mañana, antes de irme a la penitenciaría, fui
a prenderle una su candela y a decirle: ¡Mira, negrito! aquí vengo con vos, que
por algo sos tata de todos nosotros y me tenés que oír: en tu mano está que esa
niña no se muera; así se lo pedí a la Virgen antes de levantarme y ahora paso a
molestarte por la misma necesidad; te dejo esta candela en intención y me voy
confiada en tu poder; aunque dia-cún rato pienso pasar otra vez a recordarte mi
súplica”
La oración de esta mujer no
podía ser más sincera, ni su confianza más grande. Así reza nuestro pueblo; así
ha rezado por siglos ante el Cristo crucificado, muerto y sepultado.
EL CRISTO DE
LAS MINORÍAS
El Cristo desconocido por
las masas no ha sido mejor comprendido por las minorías de nuestro continente.
No pocos ricos y poderosos han hallado muy cómodo creer en el Cristo imagen que
sufre pacientemente su calvario y guarda profundo silencio ante el dolor de las
masas paupérrimas que le rodean. Durante casi cuatrocientos años sus labios han
estado sellados sin pronunciar la palabra que el pueblo espera.
Es bastante fácil tolerar a
Jesús Nazareno que no irrita a sus adoradores señalándoles sus pecados, que no
despierta las conciencias encallecidas en el ejercicio del mal. Basta con
arrojarle una limosna de cuando en cuando y llevarlo en hombros una vez al año
en presencia de las almas devotas. El es
el Cristo de la cruz y del sepulcro, amurallado en el templo, encerrado en
urnas de cristal, reducido a la impotencia en la seguridad del claustro. El no
va a la intimidad de los hogares, ni se interesa en negocios ajenos. Su mundo
es la paz sepulcral de los santuarios, de donde raras veces sale para ser
admirado, compadecido y llorado por las multitudes.
En círculos intelectuales el
Cristo se vuelve fácilmente un símbolo o una figura retórica. Se le observa
desde diferentes ángulos y se le presenta como un caudillo espiritual, maestro
o filósofo, reformador social, o como un pobre visionario que equivocó el
camino en su afán sincero de liberar al hombre. Algunos lo respetan y admiran;
otros pasan frente a El con altiva indiferencia. Estos le prodigan mil elogios
y aquellos se burlan de El. Muchos le
toleran con gesto de paternal solicitud.
Le tienen lástima porque le ven, como diría Rubén Darío, yendo aún por
las calles “flaco y enclenque". Es
para ellos el Cristo que según Amado Nervo llama en vano a las puertas buscando
un sitio donde reposar: Cristo, la ciencia moderna te arroja sin compasión de
todas partes. ¡No tienes donde residir, Señor!
(Hospitalidad)
No ha faltado quienes le
nieguen al Cristo la realidad de su existencia. No andan ellos, por lo tanto,
en busca del Jesús histórico. Para otros, El podrá pertenecer al pasado, pero
no al presente, ni mucho menos al futuro. Creen vivir en una era pos cristiana,
y no ven en Cristo la respuesta para la angustia del hombre contemporáneo.
Continuará en
la Parte III
El Cristo de Hispanoamérica III
Parte III
Si el Cristo católico llegó
a nosotros vía España, el Cristo del protestantismo ha venido de otros países
europeos -como Inglaterra, Alemania, Francia y Holanda- y de los Estados Unidos
de Norteamérica. De ahí que muchos le hayan identificado con sistemas
imperialistas o capitalistas del mundo occidental. Las implicaciones de esta
idea son dignas de un estudio aparte. Por ahora, basta decir que, en general,
el Cristo protestante representa la herencia de los reformadores religiosos del
siglo XVI, aunque El no se originó con ellos, ni por medio de ellos. Los reformadores hallaron su fuente de
autoridad en las Sagradas Escrituras y a ellas apelaron con finalidad para todo
asunto de fe. A la autoridad de la Iglesia antepusieron y sobrepusieron la
autoridad de la Biblia. Sus gritos de batalla fueron: " La Escritura sola,
Cristo solo, la gracia sola y la fe sola como el medio de justificación delante
de Dios”.
Su Cristo lo buscaron
principalmente no en la penumbra de los altares, ni en los pergaminos vetustos
de la tradición eclesiástica, ni en los tratados filosófico-teológicos de los
escolásticos, sino en las páginas del Sagrado Texto. La Reforma fue un retorno
a la Biblia, un empeño por re-descubrir al Cristo del Nuevo Testamento.
Esto nos sugiere la segunda
gran característica del movimiento reformador: su mensaje salvífico que tiene
como centro y circunferencia a la persona y obra de Jesucristo. El es exaltado al lugar de preeminencia en la
teología, la vida y el culto de la Iglesia. El es el Cristo que se introduce en
la historia y experiencia del hombre por medio de la encarnación. Participa de
carne y sangre humanas, vive entre los hombres, identificándose plenamente con
ellos, sufriendo con ellos y por ellos, y muriendo finalmente a favor de ellos.
Pero El es también el Cristo de la resurrección. Por consiguiente, el énfasis
cae ahora en el Cristo que vive para siempre y trasciende el ámbito de lo
material y temporal, al mismo tiempo que se hace presente en actividad redentora
en el mundo de hoy.
Una tercera característica
de la reforma religiosa del siglo XVI es su tendencia individualista. Se luchó
con denuedo por la libertad de conciencia y se proclama que el hombre tiene
derecho pleno al libre examen de toda materia de fe. El concepto del sacerdocio
universal de los creyentes subrayó que el individuo es libre para acercarse a
Dios y a su Palabra sin la intervención de autoridad humana. La Reforma dejó al
individuo a solas con Dios en el santuario de la conciencia, bajo la luz de la
revelación divina.
Este individualismo
protestante habría de manifestarse además en la experiencia secular del
cristiano. El individuo llega a ser consciente de su propia dignidad en la
presencia de Dios, de la Iglesia y del Estado. Toda vocación es sagrada. Por lo
tanto, el individuo puede y debe glorificar a Dios en cualquier profesión u
oficio honorable, no sólo en el aislamiento de una celda conventual. El
sacerdocio no tiene tampoco el monopolio de lo sagrado en su carácter
vocacional. Toda vocación es sacra ante los ojos del Creador. Que este
individualismo resultaría también en una variedad de grupos protestantes, era
de esperarse. Debe asimismo tenerse en cuenta que habiéndose resquebrajado la
unidad monolítica de la iglesia medieval, no es de extrañar que los que por vez
primera respiraban un ambiente de libertad religiosa no deseasen edificar otra
gran estructura jerárquica para someterse a ella. Tal estructura iría contra el
espíritu de la Reforma misma. Cuando algunos líderes protestantes, como Juan
Calvino, intentaron volver al autoritarismo del pasado, encontraron seria
resistencia entre los que ya habían sido iluminados por el nuevo
En cuarto lugar puede
mencionarse que la Reforma tuvo también consecuencias político-sociales. Era
inevitable el conflicto entre el movimiento reformador y el poder civil, debido
a que la Iglesia y el Estado se hallaban estrechamente unidos en la Europa de
aquellos tiempos. Luchar contra la iglesia equivalía a oponerse al poder
secular. De consiguiente hubo ciertas transformaciones inmediatas en lo
político y social en aquellos países donde prosperó la Reforma. Esta llevaba,
además, simientes de libertad que algún día habrían de germinar para el bien de
nuestra civilización.
Sin lugar a dudas el Cristo
de la mayoría de protestantes latinoamericanos es bíblico, en cuanto a que han
llegado a conocerle a través de las Sagradas Escrituras. El pueblo evangélico
es el pueblo de un libro - la Biblia-, y su doctrina es profundamente
cristológica. Cristo es supremo en la teología, la liturgia y el servicio del
protestantismo hispanoamericano. En el culto que se le rinde, la cruz y la
tumba están vacías. El es el Señor de la vida y el conquistador de la muerte,
el Señor que vive hoy y para siempre, el único,
"Sólo Cristo salva", 'Cristo es la Respuesta 7', "Cristo
es la Única Esperanza", han sido lemas favoritos de los evangélicos en su
tarea evangelizadora por todo el continente.
El individualismo
protestante se ha reflejado también en la experiencia del evangélico
latinoamericano. A la luz de su conciencia y bajo el resplandor de la Palabra
divina, el cristiano evangélico se siente libre de toda atadura eclesiástica y
jerárquica para disfrutar la comunión con su Dios. No depende de autoridad
humana para mantener fe. Su relación con
Cristo es profunda e intensamente personal. Su conciencia es un santuario
inviolable. De donde resulta que en Íbero América proliferan los grupos
protestantes. Levantar una gran estructura jerárquica con el fin de agrupar y
gobernar por medio de una autoridad centralizada a todas las comunidades
protestantes, sería una contradicción del espíritu evangélico latinoamericano.
Ellos creen que las desventajas de sus divisiones son menores que las de una
centralización del poder eclesial.
El evangélico latinoamericano
ha sido, generalmente, un individualista en cuanto a su responsabilidad social.
Que hay factores históricos y sociales que han contribuido a acentuar este
individualismo no puede negarse. Aquí hay otro tema apasionante para un estudio
ulterior. La verdad es que especialmente entre los elementos más conservadores
del protestantismo en Hispanoamérica ha habido cierta indiferencia frente a los
graves problemas que convulsionan a estos países que según el lenguaje de los
internacionalistas se hallan en proceso de desarrollo.
Hasta aquí el Cristo de
muchos protestantes iberoamericanos ha sido solamente escatológico -en el
sentido más estricto de este término cuando se trata de la problemática social.
Con su aparente actitud de indiferencia hacia los muchos conflictos que afligen
a nuestra sociedad, estos cristianos pueden haber dado la impresión de que para
ellos toda dificultad económico-social debe dejarse para que Cristo la resuelva
en el más allá y que poco o nada deben hacer ellos en favor del mundo en que
ahora viven.
Afortunadamente han
comenzado a soplar nuevos vientos que prometen un cambio en esta posición de
negligencia social. Aun el Cristo del protestantismo conservador ha empezado a
abrir sus labios para decir el mensaje que ha callado sobre los problemas
sociales del hombre latinoamericano. Tiempo era ya que se le dejase hablar.
EL CRISTO DE LA NUEVA
TEOLOGÍA
Una de las reacciones más
grandes al silencio del Cristo tradicional es la que ahora comienza a
manifestarse en círculos teológicos de izquierda, dentro del catolicismo y
protestantismo latinoamericanos. Con gesto impaciente y rebelde, y con una
mística capaz de subyugar a muchos espíritus selectos, los nuevos teólogos
lanzan en nombre de Cristo su protesta de justicia social. El Cristo que ellos
proclaman es antropólogo y sociólogo, maestro de ciencias económicas, perito en
estadísticas, psicólogo de masas, experto en política nacional y extranjera,
teórico de la revolución, reformador social. Es el Cristo inconforme,
activista, rebelde -y aun violento- que se viste a lo proletario y habla el
lenguaje complicado de los técnicos de nuestro tiempo.
La teología de este Cristo
-si teología puede llamársele- es definitivamente antropocéntrica. Viene del
hombre para el hombre, y no va más allá del hombre. Establece prioridades de
orden material. Su reino es de este mundo y consiste en comida y bebida aparte
del espíritu. Transformar las estructuras sociales es su objetivo supremo, aun
cuando el individuo no cambie. En contraste con el Cristo individualista del
protestantismo tradicional iberoamericano, este Cristo de los teólogos de
izquierda es un furioso colectivista. Tiene obsesión de masas y está en peligro
de perder de vista al individuo. En cierto modo este Cristo es un producto de
nuestra ultra moderna civilización que despersonaliza al individuo y lo aplasta
bajo la enorme maquinaria económico-social.
La presencia del Cristo de
izquierda en nuestra América no debiera causamos sorpresa. Tarde o temprano el
Cristo socialmente inactivo vería interrumpido su sueño de siglos por el
advenimiento de otro Cristo ansioso de hablar y actuar. Si el recién llegado es
el genuino, el auténtico, queda por dilucidarse a la luz del Nuevo Testamento.
¿Por qué a la luz del Nuevo Testamento? Sencillamente porque no hay documentos
más autorizados para hablamos del Cristo verdadero que los escritos
novotestarnentarios. Es ahí donde por vez primera en la historia humana se
describe la persona y obra de Jesús de Nazareth. En esas páginas antiguas se
encuentra el testimonio de hombres que le conocieron de cerca y anduvieron con
El. Ahí está la fuente del cristianismo, el manantial de donde recibimos la
enseñanza de su fundador y maestro. Es por lo tanto el Nuevo Testamento la
norma que determina la autenticidad o falsedad de nuestros cristos, la luz que
pone al descubierto la verdad o el error de nuestro cristianismo, la espada flamígera
que divide entre los que son y los que no son del Cristo, vale decir, del
legítimo Cristo.
Un nuevo signo de esperanza
se perfila en el horizonte de nuestra América hispana. Hay un retorno a la
lectura de la Biblia en las diferentes comunidades eclesiales. El Libro de
ayer, de hoy y de siempre está en muchas manos, delante de muchos ojos ávidos
de conocimiento espiritual. De las páginas sagradas habrá de erguirse la
presencia majestuosa del Cristo histórico, viviente y verdadero, en respuesta a
la búsqueda de fe.
Emilio Antonio Núñez
Teólogo Latinoamericano
Características de la madurez espiritual
Compromiso.- La persona se entrega a cumplir el propósito de reflejar la imagen de Dios en el carácter, la conducta y el servicio. Este propósito unifica y enfoca su vida. Lo hace para Dios y no es motivado primordialmente por satisfacer sus deseos físicos ni por tener bienes materiales, poder, prestigio o seguridad. (Romanos 12:1-2; 8:29)
Dependencia de Dios.- Aprende a recurrir a Dios para encontrar su apoyo principal en la vida. Se alimenta así mismo de la Palabra manteniendo la comunión y la comunicación con Dios. Recibe y goza del apoyo, ánimo y edificación de otros pero no totalmente depende de ellos. (Salmo 27:1, 10, 13-14; 2 Timoteo 1:12)
Objetividad.- Es honesto con respecto a sí mismo siendo capaz de verse en la perspectiva de Dios y de otros hombres. No se engaña a sí mismo. Es sensible a la Palabra, reconoce sus debilidades, capacidades, fallas y pecados. Acepta la disciplina y la corrección de Dios y la de los hombres. No está satisfecho solamente con conocer la verdad sino en obedecer la verdad. (Santiago 1:21- 27)
Espíritu de Servicio.- Su preocupación es primordialmente por los ideales bíblicos, eternos, que abarcan el servicio a Dios y a otros. Su atención no se enfoca en sí mismo, sus necesidades, sus emociones y sus problemas, sino en lo que puede dar a otras personas. Se preocupa por manifestarles el amor de Dios, sirviéndoles según sus necesidades, compartiéndoles la salvación por Cristo, edificándolos y estimulándolos. No tiene que recibir el agradecimiento ni crédito por lo que hace. (Marcos 10:45; Filipenses 2:3,4)
Convivencia.- Cultiva el fruto del Espíritu Santo, especialmente la humildad y el amor. Domina sus reacciones para poderse llevar con todos. Cultiva relaciones y amistades con otras personas. Reconoce y sobrelleva la carga de los otros. (Efesios 4:2-3; 4:17- 5:2; Gálatas 6:1-2)
Dominio de la lengua.- Aprende a limitar su hablar por edificar a los demás y traer gracia al que lo escucha. No se permite la crítica condenatoria, el enojo egoísta ni comunicar innecesariamente información negativa. (Mateo 7:1-5; Efesios 4:26 – 27; 29 – 32; Santiago 3:1 – 12)
Flexibilidad.- Tiene la disposición y la capacidad de adaptarse a las necesidades, a las personas, las circunstancias y los cambios en su vida. Está dispuesto a considerar los puntos de vista de otra personas, si no contradicen las enseñanzas bíblicas. (Santiago 1:2-5; 1 Corintios 9:20-22)
Constancia en las pruebas.- Cuando experimenta pruebas, fracasos o desilusión, confía en Dios y se regocija en Él. No cede en la tentación de las quejas, derrota, frustración, rencores, resentimientos y amarguras. (Santiago 1:2-5; 2 Corintios 4:7-10; 17-18)
Responsabilidad y perseverancia.- Persiste en los propósitos bíblicos y generalmente termina las tareas y cumple con los compromisos que adquiere. Manifiesta integridad. Los demás pueden contar con él y creer a su palabra. (Ef. 4:24; 1 Corintios 15:58; 2 Corintios 1:17-19)
Progreso.- Tiene metas y está creciendo en su compromiso, carácter y servicio. No está estancado y continúa aprendiendo respondiendo a nuevos retos. (Efesios 4 13-15; Filipenses 3:12-14)
Optimismo.- La esperanza en Dios, sus promesas y en su plan para la vida y para la eternidad provee una actividad positiva con respecto a sí mismo, las otras personas, las circunstancias y los proyectos. Se siente seguro porque confía en Dios. La esperanza le da valor y confianza para intentar grandes cosas con la ayuda de Dios. (Romanos 8:29-39; 2 Corintios 2:14)
Pr. Roque Puell López Lavalle
La mujer que Dios quiere
Dios pide que nos preparemos para esa persona que Él ha preparado para nuestras vidas. Debemos de estar alineados con los deseos y pensamientos de Dios que definitivamente será el complemento que tanto hemos esperado. El tipo de hombre y el tipo de mujer que Dios espera que busquemos para compartir nuestra vida se encuentra descrito en la Biblia. La mujer que Dios quiere para sus hijos. (Proverbios 31) El pasaje muestra una serie de consejos de una madre preocupada por un hijo, donde expresa claramente el tipo de mujer que espera que su hijo elija como compañera.
1. Una mujer que enriquezca tu vida (3): La madre de Lemuel le aconseja que no dé su fuerza a las mujeres. El término fuerza mencionado también significa vigor, valor y virtud. Esta frase da a entender que hay mujeres que quitan fuerza o valor a los hombres, los hace débiles en la fe. Busca una mujer que aporte fuerza espiritual y moral a tu vida. Alguien que se preocupe por ti, que no quite sino añada virtudes en tu vida para que juntos glorifiquen al Señor.
2. Una mujer virtuosa (10): Otras versiones dicen ejemplar. La palabra traducida como virtuosa es la misma que aparece en el versículo 3 como fuerza. También el versículo menciona que dicha mujer es difícil de encontrar pero no imposible. Eso indica también que no es una mujer común y corriente, es una mujer especial, es por ello que se le valora mucho más que a una piedra preciosa. Esto es porque Dios le ha dado un valor especial que aportará también valor a tu vida.
3. Una mujer en la que se pueda confiar (11-12): Busca una mujer digna de confianza, en la que puedas confiar todo lo que tienes y lo que eres porque ella tendrá cuidado de ti. Debe ser una mujer de bien, una mujer que sepa administrar los recursos que tú deposites en ella.
4. Una mujer trabajadora (14-16): Una mujer trabajadora, que aporte para el crecimiento familiar. Una mujer que desde temprano está atenta a servir y a organizar para el bienestar de los suyos. Es una mujer que sabe sacar ganancia de lo que viene a su mano.
5. Una mujer de verdad (17): El pasaje habla de una mujer que ciñe sus lomos. Efesios 6 habla que el cristiano debe estar ceñido con la verdad. Busca una mujer que su boca hable verdad, aun cuando se equivoque, que te diga la verdad de lo que hace y es. Es una mujer que se apresta o calza para trabajar. Efesios también menciona que el apresto que debemos llevar es el del evangelio. Busca una mujer que viva el evangelio de Cristo.
6. Una mujer próspera y que mantenga su lámpara encendida (18): Es una mujer que progresa integralmente. No se conforma con lo que tiene ahora, sino que sueña con mejorar su presente y esto lo logra teniendo su lámpara encendida, siendo esta lámpara la Palabra de Dios hecha real en su vida.
7. Una mujer compasiva con los suyos y con los demás (19-21): Estos pasajes hablan de una mujer que con sus manos protege a los suyos y a los desprotegidos. No es una mujer egoísta, es una mujer que comparte lo que tiene y lo que sabe hacer para beneficio de todos.
8. Una mujer que se arregla (22): Al parecer el arreglo personal también aparece en la lista de cualidades. El púrpura y el lino eran utilizados por los reyes, ella se arregla cual reina para los suyos. Es una mujer que se preocupa de los suyos sin descuidarse a si misma. Ella misma consigue los recursos para verse bien.
9. Una mujer que hace que su esposo sea respetado por la reputación de ella (23): Es una mujer que hace que su esposo sea respetado. Una mujer que añade al prestigio de esposo con su conducta y testimonio.
10. Una mujer de cualidades (24-29): Una mujer de fuerza, de honor, de optimismo, de sabiduría, de amor para instruir (NVI), pendiente de las necesidades de su hogar y que come el pan que se ganó con trabajo no con pereza.
Compilado
sábado, 26 de enero de 2019
La sabiduría contra la necedad
¿Qué admiras en una persona? ¿Su cuerpo, lo hermosa que es, o sus cualidades internas? ¿Ambas? Abigail, era sabia, inteligente y amable. Son cualidades admirables en el ser humano, especialmente que ame a Dios con todo el corazón y sea servicial. ¡Qué tremendo contraste! Abigail “era de buen entendimiento y bella presencia” en cambio, su esposo Nabal, “era rudo y de mala conducta”.
Cierto día los hombres de David pidieron un favor a Nabal, éste no les ayudó, fue grosero, déspota; al saber esto, David pensó en quitarles la vida; pero un criado avisó a Abigail, quien tomó alimentos e intercede ante David para que no haga justicia con sus manos. David la oye y obedece. Nabal muere de un infarto al corazón, y Dios hace justicia. Tan impresionado estaba David, que al saber que Abigail queda viuda la toma como su mujer. Es que en Abigail se combina la sabiduría, el temor que tenía de Dios, su belleza e inteligencia al saber hablar; esto cautiva a todo hombre que ama a Dios. David se había prendado de la hermosura de su persona y de la extraordinaria prudencia de su conducta. Ella recibió la solicitud con humildad. Se casó con él por fe, sin importarle que no tuviera domicilio, confiaba en la promesa de Dios a David.
Sobresale la frase: “Bendito sea Jehová, Dios de Israel, que te envió para encontrarme” Dios está detrás de esta escena para enseñarnos que “la venganza es del Señor”. Él hace justicia, y nos otorga sabiduría.
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