jueves, 27 de diciembre de 2018

Esperanza contra esperanza

“El creyó en esperanza contra esperanza, para llegar a ser padre de mucha gente, conforme a lo que se le había dicho: Así será tu descendencia”. Romanos 4:18

Todos los seres humanos tenemos deseos y sueños personales y profundos. Anhelamos en nuestro corazón alcanzar nuestra propia realización, el éxito, las condiciones estables de vida tales como: Salud, familia, casa, economía, estabilidad laboral, entre otros. Para alcanzarlas, todos buscamos una plataforma ideal o condiciones básicas que aseguren tales deseos. Si estoy joven, lleno de salud, o tengo una profesión ganando un buen salario y encuentro una mujer a quien amo y tiene condiciones favorables de vida, o tengo suficiente apoyo de otras personas que me ayudaría a mis propósitos, entonces “de seguro” alcanzaré el éxito en la vida. En el caso particular de Abram, se le pide que deje todas estas comodidades y garantías (Génesis 12:1-3). Yahwé, el Dios Creador de los cielos y la tierra, le ofrece bendecirlo grandemente y se constituye en el garante para el cumplimiento de tales bendiciones: Le ofrece convertir su generación familiar en una nación grande y, por naturaleza, declararlo “bendito” y llenar de favores a quienes también lo bendigan. Y por esta razón, Abram tendrá un nuevo nombre, Abraham: “Padre de muchedumbres”. Al parecer, el padre de la fe tenía 75 años de edad cuando recibió esta promesa (Génesis 12:4), edad para la época muy razonable, pero limitado. Sin embargo, al llegar a la edad de 100 años, las condiciones para que se cumpla esta promesa se diluyen gravemente. Está “viejo”, y su mujer también es de edad avanzada, y peor, estéril. Al parecer, todas las condiciones humanas son “contrarias” a una verdadera esperanza. Hoy en día me pregunto, si alguien de 100 años podría tener todo el ánimo y confianza para conseguir trabajo, o tener hijos, o pensar en levantar una gran empresa, o terminar una carrera soñada…

¿No le parece que las circunstancias son “contra esperanza”? Sin embargo, el gran apóstol Pablo recalca: “él creyó” (Romanos 4:3-4,17-22). Tuvo plena convicción de que Yahwé es Dios vivo y verdadero. Su deseo del corazón se fundamentó en la promesa divina para su vida. Sin importar la adversidad de las circunstancias, y aún el tiempo transcurrido, pues pasó 25 años sin ver el cumplimiento de lo prometido. Efectivamente, Dios cumplió, le concedió descendencia, y hoy por hoy, somos testigos que el pueblo de Israel es en número, como el número de las estrellas, existen en todo el mundo, entre todos los pueblos. ¡Qué maravilloso!

Si acoges una promesa de Dios para tu vida, ten por seguro que así será. Dios jamás se atrasa ni se adelante. Las cosas suceden y llegan en el momento oportuno, cuando realmente lo necesitas y, no necesariamente cuando lo esperas. Pero para alcanzarlo, solo debes “creer”, y esto significa que no permitas que alguna duda entre en tu mente y corazón (Santiago 1:6). Establece todo el deseo y confianza en tu corazón. Enfócate, no en las circunstancias humanas que te rodean, si no, en el Dios de las bendiciones eternas. Jeremías 29:1: “Yo sé los planes que tengo para ustedes, planes para su bienestar y no para su mal, a fin de darles un futuro lleno de esperanza. Yo, el Señor, lo afirmo”.
Dawn Harris


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