jueves, 31 de marzo de 2016

El "Yo" no muere sin nuestro total consentimiento


“Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu y el del Espíritu es contra la carne; y estos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis”. Gálatas 5:17

El Espíritu Santo y el yo son diametralmente opuestos, porque como el apóstol Pablo escribió a la iglesia de Roma: “Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden”.


Antes de que el Espíritu de Dios pueda obrar creativamente en nuestros corazones, debe condenar y aniquilar la “carne” dentro de nosotros; esto quiere decir que debe tener nuestro total consentimiento para desalojar nuestra vieja naturaleza reemplazándola por la persona de Cristo. 

Este desplazamiento está cuidadosamente explicado en los Caps. 6, 7 y 8 de Romanos. Cuando el cristiano ha pasado por la experiencia de crucifixión descrita en los Caps. 6 y 7 entra a las amplias y libres regiones del Cap. 8. Allí se destrona para siempre a la vieja naturaleza y se entroniza a Cristo para siempre.

A la luz de esto, no es difícil entender por qué la actitud cristiana hacia el yo es una prueba tan excelente de la validez de sus experiencias religiosas. La mayoría de los grandes maestros de la vida profunda tales como Fenelón, Molinos y otros tantos, han advertido acerca de las experiencias seudo religiosas que producen mucha alegría carnal pero que alimentan la carne y envanecen el corazón con amor propio.

A.W. Tozer