martes, 11 de septiembre de 2018

Las Religiones (Reflexión)

La historia de las religiones es un tema fascinante. En el albor mismo de la historia —o de la prehistoria— el ser humano se preguntaba por su origen, por su destino, por la vida y la muerte, por su vulnerabilidad ante los fenómenos de la naturaleza y las enfermedades. Preguntas nada fáciles para un conocimiento entonces muy limitado, un intelecto en ciernes, pero no por eso menos inquisitivo y curioso. El instinto fundamental de supervivencia hacía que los seres humanos buscaran respuestas a sus interrogantes existenciales. Surgieron así las primeras conjeturas con respecto a todo. Así mismo surgieron los mitos y leyendas, que son narraciones fabulosas e imaginarias que intentan dar una explicación no racional a la realidad inexplicable.

Recuerdo cuando estaba en mis primeros años de la primaria, lo fascinante que me parecía la leyenda de Manco Cápac y Mama Ocllo saliendo de las espumas del lago Titicaca para fundar el Imperio de los Incas. En el primer año de mi educación secundaria en el curso de Historia Universal, me atraían mucho las religiones de las primeras culturas de la Mesopotamia. Los conceptos de monoteísmo, politeísmo y panteísmo empezaron a llamar mi atención y a formar mis primeros conceptos teológicos. Entonces llevábamos el curso de Historia Universal por cuatro horas a la semana, aparte de Historia del Perú y de Geografía, que también se llevaban por otras cuatro horas semanales cada una, haciendo un total de dieciséis horas semanales de lo que hoy llaman Ciencias Sociales. No sé si se dicta por todo ese tiempo. Así mismo empecé a sentir mi primer orgullo arrogante sobre mi religión “monoteísta” y un poco disimulado desprecio por los “paganos”, que incluía también a los católicos romanos que siendo cristianos y monoteístas, adoraban a los santos y las imágenes.

En Historia del Perú en el segundo año de secundaria, estudiamos sobre la religión en la época de la Colonia. Con horror me di cuenta que algo andaba mal con la religión humana. La “Santa” Inquisición me horrorizó terriblemente. Y a partir de entonces fue muy duro descubrir que los peores horrores y crímenes de lesa humanidad las han cometido casi todas, si no todas, las religiones del mundo. Sanguinarias y atroces guerras en nombre de Dios o de los dioses. Y es aun más increíble que hoy en día, todavía se siga persiguiendo, torturando y matando en nombre de la religión o de un dios.  ¿Cómo entender que esas creencias obtusas puedan dominar el pensamiento de un ser humano y la idiosincrasia de todo un pueblo? ¿Qué hay en la religión que puede cautivar y mantener prisioneras a millones de mentes que podrían vivir en libertad, confraternidad y tolerancia? ¿Acaso toda esas energía mental-espiritual usada para fanatizar y odiarse entre si no podría usarse mejor buscando entre todos la tan anhelada paz y justicia para toda la humanidad? ¿Por qué no poder creer y expresar con libertad lo que creo y siento y al mismo tiempo respetar lo que los demás creen y sienten? ¿Qué derecho tengo yo a imponer mis creencias por la fuerza, a otros que no creen como yo?

Pero tal vez la pregunta que más atrae mi curiosidad es, ¿Cómo es que millones de seres pensantes en el mundo, con un maravilloso cerebro capaz de descubrir sofisticadas leyes naturales que puestas en marcha han traído tanto adelanto a la humanidad, pueda dejarse dominar por ideas obtusas sobre Dios y el destino humano? ¿Cómo es que tantos seres humanos pueden llegar al fanatismo, y creer horrorosas ideas sobre torturas infinitas, y premios inefables por matar en nombre de Dios? ¿Cómo pueden decir que el amor de Dios es inconmensurable, infinito y eterno, y a la vuelta de la esquina creer ese que mismo Dios te puede condenar y torturar por la eternidad? ¿Solo porque un ser humano finito, no pudo comprender una mente non plus ultra superior?  Todo esto nos lleva a una pregunta primordial, ¿Es mala la religión? No me extraña que mentes brillantes de filósofos, científicos y humanistas digan que sí. La historia del cristianismo es en parte detestable como la de otras religiones.

Pero la religión sin las desviaciones que los religiosos le han impreso fue y es un apoyo saludable para la humanidad. Con la expresa aclaración, que Dios es una cosa y la religión es otra. Los seres humanos tenemos aun muchísimas preguntas sobre la existencia, el ser, la vida, el futuro, la muerte, etc., etc. Además, no se puede negar que el sentido de espiritualidad que tenemos y la necesidad de expresar nuestra fe son factores reales en nuestro ser. Pero reglamentar y dogmatizar todo eso es religión, y expresarlo libremente es espiritualidad.

La religión entendida como un sistema de creencias, cosmovisiones relacionadas con la humanidad y con valores morales, impregnada de la cultura de un pueblo, ha servido y sirve para guiar y dar identidad a los pueblos. Cada religión con sus símbolos, tradiciones, historias sagradas, le dan sentido a la vida de los creyentes y al origen del universo.

Se dice que hay en el mundo más o menos 4,200 religiones. En realidad me extraña que no haya 7 mil millones de religiones. ¿Por qué digo esto? Porque la espiritualidad de cada ser humano es única, como lo es la propia personalidad de cada quien. Cómo yo entiendo a Dios y me relaciono con El, no tiene que ser la forma de entenderlo de todos ustedes: Así como cada uno de nuestros hijos e hijas tienen una personalidad diferente, aunque pueden parecerse mucho entre ellos por los genes, el entorno familiar y social, así mismo deberían ser la religiones: una gran familia unida por intereses y entendimientos espirituales parecidos, pero nunca iguales. Unidos, pero no uniformados; y mucho menos a la fuerza.

¿Dónde y cuándo falla la religión? La respuesta escribe miles y miles de páginas de la historia y no pocas con sangre. Pero tiene un origen y una esencia: la condición humana. Como Pastor, amante de Dios, de la teología y del humanismo, repito una y otra vez el adagio, “Una buena idea crea un movimiento, el movimiento crea un organización, la organización mata la buena idea.

En el principio de la historia de toda religión hubo la necesidad de reunirse en comunidad para expresar la fe común y también las dudas comunes, y para adorar al Creador de todo. Esa era la buena idea. Esta buena idea puso en movimiento la fe y la espiritualidad reverente de cada quien. Movidos por esa buena idea hubo necesidad de organizarse. Aquí se puso en peligro la buena idea y el movimiento que generó. Pero de todas maneras surgió la organización y la religión se echó a perder.

El liderazgo religioso pronto descubrió lo manipulable que era la gente a través de la fe y el poder que ésta les daba: Así se corrompió el sacerdocio, que pronto se convirtió en una clase social aliada al poder, con muchos derechos y privilegios preferenciales. En el Perú el cardenal y todos los obispos romanos reciben un sueldo del Estado equivalente a la de un ministro, o sea de nuestros impuestos. Nos obligan a pagar aun a los que no somos católicos romanos. En la mayoría de las religiones el mismo rey, o cacique, o jefe de la tribu era el gobernante supremo y el sumo sacerdote a la vez. Es interesante que hoy en día, siglo XXI, la reina de Inglaterra sea Jefe de la iglesia Anglicana en Inglaterra y Jefe de la iglesia Presbiteriana en Escocia. Jerárquicamente ella está por encima de las máximas autoridades de esas iglesias y las nombre a dedo.

La manipulación sacerdotal llegó a hacer creer a la gente que todos tenían que aceptar a ciegas lo que decía el sacerdote y que sin él no podía haber comunicación con Dios. Se desterró la unidad en la fe para imponer la uniformidad por el poder, para que nadie desafiara la autoridad totalitaria de los gobernantes ya sean políticos o eclesiásticos. Algo aberrante y contra la autentica espiritualidad que debe ser siempre libre y basada en el supremo bien y respeto a los demás. ¿Qué o quién es un sacerdote? La palabra sacerdote viene del latín “sacerdos” o “sacerdotis”, que quiere decir encargado de hacer cosas sagradas. El ejercicio del sacerdocio subyace en la idea de que los seres humanos estamos separados de Dios por el pecado, y por lo tanto no podemos acceder directamente a Él. Es necesario para ello un sacerdote quien hace básicamente dos cosas: oficia los ritos sagrados y media entre Dios y el pueblo. Esta es la naturaleza fundamental de un auténtico sacerdocio: servir a Dios y al pueblo. Pero como ya hemos dicho, con el tiempo y por la condición humana el sacerdocio se corrompe. La casta sacerdotal ya no es pastoral sino todo lo contrario, en vez de servir al rebaño se sirve de él. ¿Alguna diferencia con los políticos y muchos religiosos de hoy? Ninguna.

Cristo abolió el sacerdocio constituyéndose El mismo sumo sacerdote de toda la humanidad, por voluntad del Padre y por lo que cumplió en los días de su vida en la tierra. El es un sacerdote autentico porque pasó la prueba de humildad, servicio y pureza para ser el intercesor de la humanidad ante Dios. En El se cumple a cabalidad Isaías 53 y sería bueno leerlo una y otra vez y luego leer la Carta a los Hebreos para entender por qué Cristo es nuestro sumo sacerdote, El, solo El y nadie más que El. En cumpliendo ese sacerdocio que le encomendó Dios, dice la carta a los Hebreos, “en los días de su vida terrena [Cristo] ofreció ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que lo podía librar de la muerte, y fue oído a causa de su temor reverente.” Porque el verdadero sacerdote suplica, no condena; intercede, no asusta; amonesta con amor, no excomulga ni separa. Él mismo siendo quien era, le dio la Comunión al mismísimo Judas, sabiendo que lo iba a traicionar.  Los sacerdotes de su tiempo no lo entendieron y fueron los autores intelectuales de su crucifixión. Su nueva forma de entender las Escrituras era peligrosa porque desafiaba los dogmas de la religión establecida; actuaba con un increíble sentido de inclusión, cosa que los sacerdotes de su tiempo no practicaban ni por asomo. Aunque la palabrita—inclusión—no fue expresada por El, pero los religiosos conservadores y fundamentalistas de su época le tenían terror porque Él se juntaba—incluía, no excluía—con todos y todas los que la religión descalificaba y excluía.

Jesús era de la tribu de Judá, no de la de Leví de donde venían por exclusividad lo sacerdotes del Antiguo Testamento Siendo que la necesidad de sacerdote implica la imperfección humana, y por eso la necesidad de un mediador, llama fuertemente mi atención que Jesús de Nazareth se declare así mismo de la siguiente manera:La Luz del mundo, La Puerta, El buen Pastor, La Resurrección y la Vida, El Camino, la Verdad y la Vida  y La vid verdadera.

Si no viéramos en los evangelios Su vida entregada en amor por la humanidad, si no lo viéramos desafiando a la religión establecida y condenando la injusticia de los gobernantes de su época, si no le viéramos tocando y juntándose con los intocables, todas esas declaraciones sobre si mismo nos parecerían una locura arrogante. Pero el sacerdocio de Cristo tiene una singularidad más. En el sacerdocio del Antiguo Testamento, el sumo sacerdote presentaba la ofrenda por la expiación por todo el pueblo, solo una vez al año, llevando la sangre del cordero sacrificado al altar de la expiación. Cristo lleva su propia sangre directamente a Dios, convirtiéndose así no solo en el único Sumo Sacerdote de toda la humanidad, antes y después de Él, sino que también el mismo es el Cordero del sacrificio. Pero este Cordero no era un animal, irracional, que no sabía lo que estaban haciendo con él en el momento de sacrificarlo. Este es el Cordero que Dios provee para la verdadera reconciliación de Dios con el ser humano. Por eso la Biblia dice: “Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Dichosos los invitados a la mesa del Señor”.

Esta es la verdad de Dios en Cristo. Esto puede parecer religión, pero no lo es. Porque no hay condicionamientos ni exclusividades. La iglesia, en tanto humana, ha contaminado las verdades de Cristo con enseñanzas antojadizas, dogmas fuera de lugar, reglas exclusivistas y muchas otras enseñanzas.  Por lo tanto la iglesia es un medio para conocer a Dios y no un fin en sí misma. No es la religión que te salva, sino Cristo quien murió en la cruz por ti y por mí hace 2000 años. Si le aceptares con todo tu corazón y te arrepintieras de tus pecados serás salvo por toda la eternidad. No lo dice el hombre sino su Palabra que es la Biblia.

“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él”.  Juan. 3:16, 17.

Anónimo