Problema cristiano, raíces judías
La Biblia no es un libro,
como algunos creen, sino una biblioteca. Está compuesta por 73 libros, algunos
de los cuales son bastante extensos, como el del profeta Isaías, que tiene 66
capítulos, y otros muy breves, como el del profeta Abdías, que no llega a tener
capítulos, sino tan sólo 21 versículos. El más corto de todos sus libros es la
3.a carta de san Juan, de apenas 13 versículos. Estos libros están repartidos
de manera tal, que al Antiguo Testamento corresponden 46 y al Nuevo Testamento
De vez en cuando suele caer
en nuestra mano alguna Biblia protestante, y nos llevamos la sorpresa de que le
faltan 7 escritos, por lo cual tan sólo cuentan 66 libros. Este vacío se encuentra
en el Antiguo Testamento, y se debe a la ausencia de 4 libros llamados
históricos (Tobías, Judit, 1. ° De los Macabeos, y 2. ° De los Macabeos), 2
libros llamados sapienciales (Sabiduría y Eclesiástico), y uno profético (el de
Baruc).
¿Cuál es la historia de esta
diferencia entre católicos y protestantes?
El Antiguo Testamento palestino
En el siglo I de la era
cristiana, los judíos, que tan sólo aceptan el Antiguo Testamento, aún no
habían definido la lista completa de sus libros, es decir, no habían clausurado
la Biblia. Seguía abierta la posibilidad de que vinieran nuevos escritos a
engrosar las Sagradas Escrituras.
Pero desde hacía mucho
tiempo, especialmente a partir de la destrucción de Jerusalén en el s. VI a.
C., y de la desaparición definitiva del estado judío libre, se venía acentuando
en los responsables religiosos la preocupación por asegurar la continuidad de la
fe en el pueblo, y concretar oficialmente la lista de las obras en las que se
reconocía la fe de Israel. Algunas de la que circulaban entre la gente contenían,
sin duda, ideas interesantes, pero también había otras que parecían dudosas e
incluso francamente peligrosas.
Se fijaron entonces algunos
libros que eran de indudable inspiración divina, y los aceptaron como Escrituras
Sagradas. A este conjunto de libros oficiales, que la comunidad reconoció como
inspirados y que contenía la doctrina auténtica, es al que damos el nombre de
“canon” (normas, regla), ya que refleja la regla de vida para quienes creen en él.
Los otros que fueron
rechazados, con el tiempo recibieron el nombre de “apócrifos” (ocultos) porque
al ser de doctrina dudosa se los consideraba “de origen oculto”.
En el primer siglo de nuestra
era, la comunidad judía de Palestina había llegado a reconocer en la práctica
39 libros como sagrados.
Los Setenta
Simultáneamente, en esa
época existía en Alejandría, ciudad egipcia sobre la costa mediterránea, una
colonia judía, la más numerosa fuera de Palestina, pues contaba con más
de 100.000 israelitas que, por no entender ya el hebreo, usaban una famosísima
traducción griega en la liturgia de sus sinagogas. La llamaban de los Setenta
porque, según
una vieja tradición, había sido hecha casi milagrosamente por 70 sabios.
Esta versión de los Setenta,
además de los 39 libros que tenía el canon hebreo, conservaba en griego algunos
textos de los que se había perdido el original hebreo, y además añadía otros
textos nuevos escritos directamente en griego.
Los judíos de Palestina
nunca vieron con buenos ojos estas diferencias de sus hermanos alejandrinos, y
rechazaban aquellas novedades. Desde la más alta antigüedad hubo, por lo tanto,
dos listas oficiales o “cánones” ligeramente distintos de las Escrituras: el
palestino y el alejandrino.
En atención al destinatario
Los primeros cristianos, que
habían oído decir a Jesús que Él no había venido a suprimir el Antiguo
Testamento sino a planificarlo y completarlo (Cf. Mt 5,17), reconocieron
también como parte de su Biblia los libros que usaban los judíos. Pero se
vieron en dificultades. ¿Debían usar el canon breve de Palestina o el canon
largo de Alejandría?
De hecho los cristianos,
dispersos a lo largo del imperio, y que ya no sabían hablar hebreo porque el
idioma común en todo el Cercano Oriente desde hacía trescientos años era el griego,
se decidieron por la versión griega. Esto respondía a que los mismos
destinatarios a quienes debían llevar la
Palabra de Dios, también
hablaban griego. Por lo tanto, al usar la versión griega de la Biblia, debían
emplear forzosamente los 7 libros en cuestión.
Para
no ser confundidos
Como reacción contra los
cristianos, que utilizaban ampliamente libros sagrados que los judíos
consideraban exclusivos de ellos, y para peor indicando profecías que
justificaban la creencia en Jesús de Nazaret a quien éstos rechazaban
tenazmente, los judíos, en el transcurso del siglo II, resolvieron clausurar
definitivamente el canon y quedarse con el más corto.
Fijaron su Biblia, es decir
el Antiguo Testamento, en 39 libros. Hasta el día de hoy, el pueblo hebreo
conserva como Escritura Sagrada los 39 libros que integraban el antiguo canon
de Palestina.
En las comunidades
cristianas, por su parte, y sin que laIglesia resolviera nada oficialmente, con
el correr de los siglos se fue imponiendo en la práctica el uso de los 46
libros veterotestamentarios.
De cuando en cuando se
alzaban algunas voces discordantes dentro de la Iglesia, que querían a los 39
escritos aceptados por los judíos. Algunas eran de peso, por ejemplo las de san
Cirilo de Jerusalén (s. IV), san Epifanio (s. V), san Gregorio Magno (s. VII),
y ya en épocas modernas el cardenal Cayetano.
La mecha que encendió Lutero
Cuando Martín Lutero inició
el cisma protestante en 1517 y se separó de la Iglesia católica, entre los cambios
que introdujo para su nueva Iglesia estuvo el de volver al canon breve,
contrariamente a la tradición quince veces centenaria que venía manteniendo la
Iglesia.
Le fastidiaban sobremanera
al reformador estos 7 libros demás, que por otra parte estaban escritos en
lengua griega, y no en la lengua religiosa judía.
Ante esta situación, los
obispos de todo el mundo se reunieron en el famoso Concilio de Trento. Fue el
más lar go de la historia de la Iglesia, ya que duró 18 años (1545- 1563), y
todo él estuvo abocado a puntualizar y precisar la doctrina católica que en
algunos aspectos, como en el bíblico, no había sido definida.
Y el día 8 de abril de 1546,
mediante el decreto De Canonicis Scripturis, fijó definitivamente el canon de
las Escrituras en 46 libros para el Antiguo Testamento, es decir, incluyeron
terminantemente los 7 libros proscriptos por los protestantes.
Un nombre difícil
Desde entonces, las Iglesias
protestantes y las sectas nacidas de ellas han caminado en la historia con esta
laguna.
Para los católicos, pues, el
Antiguo Testamento consta de 46 libros, 39 escritos en hebreo, y 7 en griego. A
estos últimos, por haber sido objeto de disputas, y teniendo en cuenta que
ingresaron en la lista oficial sólo tardíamente, se les dio el nombre de
deutero canónicos, del griego deuteros (segundo), para significar
que pasaron en un segundo momento a formar parte del canon.
Los primeros, en cambio, no
habiendo estado nunca en discusión, son los llamados proto canónicos, del griego
protos (primero) ya que desde el primer momento integran el canon.
Gracias a los modernos
descubrimientos arqueológicos, entre ellos los de Qumrám, ha quedado confirmado
que no todos los deutero canónicos fueron originariamente escritos en griego.
Conocemos, por ejemplo, que el libro de Tobías estuvo compuesto anteriormente
en arameo, mientras que los de Judith, Baruc, Eclesiástico y el 1.0 de los
Macabeos lo fueron en hebreo. Solamente del 2. ° de los Macabeos y Sabiduría
puede decirse que fueron redactados en griego.
La tan ansiada unidad
Desde que Lutero tradujo su
Biblia al alemán en 1534 y segregó a los deuterocanónicos del elenco oficial de
la Biblia, las Iglesias protestantes adoptaron igual medida. En los últimos
años hay síntomas de un retomo a una actitud más moderada para con estos
escritos, que ellos prefieren llamar apócrifos.
En efecto, han ido
comprendiendo que ciertas doctrinas bíblicas, como la resurrección de los
muertos, el tema de los ángeles, el concepto de retribución, la noción de
purgatorio, empiezan a aparecer ya en estos 7 libros tardíos.
Suprimiéndolos, se quita un
eslabón precioso en la progresividad y unidad de la Revelación, y se da un
salto muy abrupto hacia el Nuevo Testamento.
Por éste motivo, se ven ya
algunas biblias protestantes que al final, aunque con un valor secundario,
incluyen los libros faltantes.
Quiera Dios que llegue
pronto el día en que den un paso más y los acepten definitivamente con la
importancia propia de la Palabra de Dios, para poder volver a la unidad que un
día perdimos.
Compilado