La historia de las religiones es un tema fascinante. En el albor mismo
de la historia —o de la prehistoria— el ser humano se preguntaba por su origen,
por su destino, por la vida y la muerte, por su vulnerabilidad ante los
fenómenos de la naturaleza y las enfermedades. Preguntas nada fáciles para un
conocimiento entonces muy limitado, un intelecto en ciernes, pero no por eso
menos inquisitivo y curioso. El instinto fundamental de supervivencia hacía que
los seres humanos buscaran respuestas a sus interrogantes existenciales.
Surgieron así las primeras conjeturas con respecto a todo. Así mismo surgieron
los mitos y leyendas, que son narraciones fabulosas e imaginarias que intentan
dar una explicación no racional a la realidad inexplicable.
Recuerdo cuando estaba en mis primeros años de la primaria, lo
fascinante que me parecía la leyenda de Manco Cápac y Mama Ocllo saliendo de
las espumas del lago Titicaca para fundar el Imperio de los Incas. En el primer
año de mi educación secundaria en el curso de Historia Universal, me atraían
mucho las religiones de las primeras culturas de la Mesopotamia. Los conceptos
de monoteísmo, politeísmo y panteísmo empezaron a llamar mi atención y a formar
mis primeros conceptos teológicos. Entonces llevábamos el curso de Historia
Universal por cuatro horas a la semana, aparte de Historia del Perú y de
Geografía, que también se llevaban por otras cuatro horas semanales cada una,
haciendo un total de dieciséis horas semanales de lo que hoy llaman Ciencias
Sociales. No sé si se dicta por todo ese tiempo. Así mismo empecé a sentir mi
primer orgullo arrogante sobre mi religión “monoteísta” y un poco disimulado
desprecio por los “paganos”, que incluía también a los católicos romanos que
siendo cristianos y monoteístas, adoraban a los santos y las imágenes.
En Historia del Perú en el segundo año de secundaria, estudiamos sobre
la religión en la época de la Colonia. Con horror me di cuenta que algo andaba
mal con la religión humana. La “Santa” Inquisición me horrorizó terriblemente.
Y a partir de entonces fue muy duro descubrir que los peores horrores y
crímenes de lesa humanidad las han cometido casi todas, si no todas, las
religiones del mundo. Sanguinarias y atroces guerras en nombre de Dios o de los
dioses. Y es aun más increíble que hoy en día, todavía se siga persiguiendo,
torturando y matando en nombre de la religión o de un dios. ¿Cómo entender que esas creencias obtusas
puedan dominar el pensamiento de un ser humano y la idiosincrasia de todo un
pueblo? ¿Qué hay en la religión que puede cautivar y mantener prisioneras a
millones de mentes que podrían vivir en libertad, confraternidad y tolerancia?
¿Acaso toda esas energía mental-espiritual usada para fanatizar y odiarse entre
si no podría usarse mejor buscando entre todos la tan anhelada paz y justicia para
toda la humanidad? ¿Por qué no poder creer y expresar con libertad lo que creo
y siento y al mismo tiempo respetar lo que los demás creen y sienten? ¿Qué
derecho tengo yo a imponer mis creencias por la fuerza, a otros que no creen
como yo?
Pero tal vez la pregunta que más atrae mi curiosidad es, ¿Cómo es que
millones de seres pensantes en el mundo, con un maravilloso cerebro capaz de
descubrir sofisticadas leyes naturales que puestas en marcha han traído tanto
adelanto a la humanidad, pueda dejarse dominar por ideas obtusas sobre Dios y
el destino humano? ¿Cómo es que tantos seres humanos pueden llegar al
fanatismo, y creer horrorosas ideas sobre torturas infinitas, y premios
inefables por matar en nombre de Dios? ¿Cómo pueden decir que el amor de Dios
es inconmensurable, infinito y eterno, y a la vuelta de la esquina creer ese
que mismo Dios te puede condenar y torturar por la eternidad? ¿Solo porque un
ser humano finito, no pudo comprender una mente non plus ultra superior? Todo esto nos lleva a una pregunta
primordial, ¿Es mala la religión? No me extraña que mentes brillantes de
filósofos, científicos y humanistas digan que sí. La historia del cristianismo
es en parte detestable como la de otras religiones.
Pero la religión sin las desviaciones que los religiosos le han impreso
fue y es un apoyo saludable para la humanidad. Con la expresa aclaración, que
Dios es una cosa y la religión es otra. Los seres humanos tenemos aun
muchísimas preguntas sobre la existencia, el ser, la vida, el futuro, la
muerte, etc., etc. Además, no se puede negar que el sentido de espiritualidad
que tenemos y la necesidad de expresar nuestra fe son factores reales en
nuestro ser. Pero reglamentar y dogmatizar todo eso es religión, y expresarlo
libremente es espiritualidad.
La religión entendida como un sistema de creencias, cosmovisiones
relacionadas con la humanidad y con valores morales, impregnada de la cultura
de un pueblo, ha servido y sirve para guiar y dar identidad a los pueblos. Cada
religión con sus símbolos, tradiciones, historias sagradas, le dan sentido a la
vida de los creyentes y al origen del universo.
Se dice que hay en el mundo más o menos 4,200 religiones. En realidad me
extraña que no haya 7 mil millones de religiones. ¿Por qué digo esto? Porque la
espiritualidad de cada ser humano es única, como lo es la propia personalidad
de cada quien. Cómo yo entiendo a Dios y me relaciono con El, no tiene que ser
la forma de entenderlo de todos ustedes: Así como cada uno de nuestros hijos e
hijas tienen una personalidad diferente, aunque pueden parecerse mucho entre
ellos por los genes, el entorno familiar y social, así mismo deberían ser la
religiones: una gran familia unida por intereses y entendimientos espirituales
parecidos, pero nunca iguales. Unidos, pero no uniformados; y mucho menos a la
fuerza.
¿Dónde y cuándo falla la religión? La respuesta escribe miles y miles de
páginas de la historia y no pocas con sangre. Pero tiene un origen y una
esencia: la condición humana. Como Pastor, amante de Dios, de la teología y del
humanismo, repito una y otra vez el adagio, “Una buena idea crea un movimiento,
el movimiento crea un organización, la organización mata la buena idea.
En el principio de la historia de toda religión hubo la necesidad de
reunirse en comunidad para expresar la fe común y también las dudas comunes, y
para adorar al Creador de todo. Esa era la buena idea. Esta buena idea puso en
movimiento la fe y la espiritualidad reverente de cada quien. Movidos por esa
buena idea hubo necesidad de organizarse. Aquí se puso en peligro la buena idea
y el movimiento que generó. Pero de todas maneras surgió la organización y la
religión se echó a perder.
El liderazgo religioso pronto descubrió lo manipulable que era la gente
a través de la fe y el poder que ésta les daba: Así se corrompió el sacerdocio,
que pronto se convirtió en una clase social aliada al poder, con muchos
derechos y privilegios preferenciales. En el Perú el cardenal y todos los
obispos romanos reciben un sueldo del Estado equivalente a la de un ministro, o
sea de nuestros impuestos. Nos obligan a pagar aun a los que no somos católicos
romanos. En la mayoría de las religiones el mismo rey, o cacique, o jefe de la
tribu era el gobernante supremo y el sumo sacerdote a la vez. Es interesante
que hoy en día, siglo XXI, la reina de Inglaterra sea Jefe de la iglesia
Anglicana en Inglaterra y Jefe de la iglesia Presbiteriana en Escocia.
Jerárquicamente ella está por encima de las máximas autoridades de esas
iglesias y las nombre a dedo.
La manipulación sacerdotal llegó a hacer creer a la gente que todos
tenían que aceptar a ciegas lo que decía el sacerdote y que sin él no podía
haber comunicación con Dios. Se desterró la unidad en la fe para imponer la
uniformidad por el poder, para que nadie desafiara la autoridad totalitaria de
los gobernantes ya sean políticos o eclesiásticos. Algo aberrante y contra la
autentica espiritualidad que debe ser siempre libre y basada en el supremo bien
y respeto a los demás. ¿Qué o quién es un sacerdote? La palabra sacerdote viene
del latín “sacerdos” o “sacerdotis”, que quiere decir encargado de hacer cosas
sagradas. El ejercicio del sacerdocio subyace en la idea de que los seres
humanos estamos separados de Dios por el pecado, y por lo tanto no podemos acceder
directamente a Él. Es necesario para ello un sacerdote quien hace básicamente
dos cosas: oficia los ritos sagrados y media entre Dios y el pueblo. Esta es la
naturaleza fundamental de un auténtico sacerdocio: servir a Dios y al pueblo.
Pero como ya hemos dicho, con el tiempo y por la condición humana el sacerdocio
se corrompe. La casta sacerdotal ya no es pastoral sino todo lo contrario, en
vez de servir al rebaño se sirve de él. ¿Alguna diferencia con los políticos y
muchos religiosos de hoy? Ninguna.
Cristo abolió el sacerdocio constituyéndose El mismo sumo sacerdote de
toda la humanidad, por voluntad del Padre y por lo que cumplió en los días de
su vida en la tierra. El es un sacerdote autentico porque pasó la prueba de
humildad, servicio y pureza para ser el intercesor de la humanidad ante Dios.
En El se cumple a cabalidad Isaías 53 y sería bueno leerlo una y otra vez y
luego leer la Carta a los Hebreos para entender por qué Cristo es nuestro sumo
sacerdote, El, solo El y nadie más que El. En cumpliendo ese sacerdocio que le
encomendó Dios, dice la carta a los Hebreos, “en los días de su vida terrena
[Cristo] ofreció ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que lo podía
librar de la muerte, y fue oído a causa de su temor reverente.” Porque el
verdadero sacerdote suplica, no condena; intercede, no asusta; amonesta con
amor, no excomulga ni separa. Él mismo siendo quien era, le dio la Comunión al
mismísimo Judas, sabiendo que lo iba a traicionar. Los sacerdotes de su tiempo no lo entendieron
y fueron los autores intelectuales de su crucifixión. Su nueva forma de
entender las Escrituras era peligrosa porque desafiaba los dogmas de la
religión establecida; actuaba con un increíble sentido de inclusión, cosa que
los sacerdotes de su tiempo no practicaban ni por asomo. Aunque la
palabrita—inclusión—no fue expresada por El, pero los religiosos conservadores
y fundamentalistas de su época le tenían terror porque Él se juntaba—incluía,
no excluía—con todos y todas los que la religión descalificaba y excluía.
Jesús era de la tribu de Judá, no de la de Leví de donde venían por
exclusividad lo sacerdotes del Antiguo Testamento Siendo que la necesidad de
sacerdote implica la imperfección humana, y por eso la necesidad de un
mediador, llama fuertemente mi atención que Jesús de Nazareth se declare así
mismo de la siguiente manera:La Luz del mundo, La Puerta, El buen Pastor, La
Resurrección y la Vida, El Camino, la Verdad y la Vida y La vid verdadera.
Si no viéramos en los evangelios Su vida entregada en amor por la
humanidad, si no lo viéramos desafiando a la religión establecida y condenando
la injusticia de los gobernantes de su época, si no le viéramos tocando y
juntándose con los intocables, todas esas declaraciones sobre si mismo nos
parecerían una locura arrogante. Pero el sacerdocio de Cristo tiene una
singularidad más. En el sacerdocio del Antiguo Testamento, el sumo sacerdote
presentaba la ofrenda por la expiación por todo el pueblo, solo una vez al año,
llevando la sangre del cordero sacrificado al altar de la expiación. Cristo
lleva su propia sangre directamente a Dios, convirtiéndose así no solo en el
único Sumo Sacerdote de toda la humanidad, antes y después de Él, sino que
también el mismo es el Cordero del sacrificio. Pero este Cordero no era un
animal, irracional, que no sabía lo que estaban haciendo con él en el momento
de sacrificarlo. Este es el Cordero que Dios provee para la verdadera
reconciliación de Dios con el ser humano. Por eso la Biblia dice: “Este es el
Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Dichosos los invitados a la mesa
del Señor”.
Esta es la verdad de Dios en Cristo. Esto puede parecer religión, pero
no lo es. Porque no hay condicionamientos ni exclusividades. La iglesia, en
tanto humana, ha contaminado las verdades de Cristo con enseñanzas antojadizas,
dogmas fuera de lugar, reglas exclusivistas y muchas otras enseñanzas. Por lo tanto la iglesia es un medio para conocer
a Dios y no un fin en sí misma. No es la religión que te salva, sino Cristo
quien murió en la cruz por ti y por mí hace 2000 años. Si le aceptares con todo
tu corazón y te arrepintieras de tus pecados serás salvo por toda la eternidad.
No lo dice el hombre sino su Palabra que es la Biblia.
“Porque de tal
manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel
que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su
Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él”. Juan. 3:16, 17.