"Por lo demás, hermanos, os rogamos y
exhortamos en el Señor Jesús, que de la manera que aprendisteis de nosotros
como os conviene conduciros y agradar a Dios, así abundéis más y más. Porque ya
sabéis qué instrucciones os dimos por medio del Señor Jesús; porque esta es la
voluntad de Dios: vuestra santificación;" (1 Tesalonicenses 4:1-2).
En
esta primera carta, el apóstol Pablo, después de saludarles y expresar su
gratitud a Dios por el testimonio de aquellos hermanos, reconociéndoles su
dedicación a Dios desde el principio (cap.1), les refiere lo que fue su labor
ministerial entre ellos, su trabajo y fatiga, su entera dedicación por el bien
espiritual de ellos, encargándoles solemnemente que anduviesen como es digno de
Dios, quien los llamó a su reino y gloria (cap.2). Él continúa dando gracias a
Dios porque su labor entre ellos fue fructífera, pues recibieron las palabras
que les habló, no como palabras de hombres, sino según es en verdad la Palabra
de Dios.
Ellos
habían dado testimonio de su fe sufriendo por el evangelio, como también las
iglesias de Dios en Cristo Jesús que estaban en Judea, padeciendo de los de su
propia nación igualmente que ellos. No faltaría quien dijera cosas falsas del
apóstol: Como que no tenía intenciones de visitarles nuevamente. Él se disculpa
por la tardanza, y a la vez enfatiza su gran anhelo por ver el rostro de
aquellos que son su gloria y corona; atribuye su imposibilidad de haberles
visitado al estorbo obrado por Satanás. ¿Cómo fue eso? No lo sabemos, pero
sabemos que es cierto.
Al
no poder ir -y con el objeto de afianzarles y exhortarles en la fe, para que
ninguno se inquietara por sus tribulaciones, les envió a Timoteo, su fiel
colaborador, el cual regresó de ellos con buenas noticias que produjeron gran
gozo en el apóstol, por lo cual da gracias a Dios y ora ferviente y
constantemente con el deseo y la intención de volver a visitarles y completar
así lo que faltare a su fe. Él confía que Dios mismo dirigirá su camino; mientras
tanto, les desea que el Señor les haga crecer y abundar en amor y que sus
corazones sean afianzados, para que sean irreprensibles en santidad delante de
Dios y en la venida de Cristo (cap.3).
Notamos
que, aunque ha habido exhortación de manera incidental en los tres primeros
capítulos de esta carta, es a partir del cap.4 cuando el apóstol empieza a
dirigir exhortaciones a la práctica de una vida piadosa, como hace en todas sus
cartas. Notamos, por las palabras del apóstol en el 4:1 que hay una transición
aquí, se está pasando de una cosa a otra. El les ha estado refiriendo todas
aquellas cosas, importantes por cierto, pero ahora tiene algo más que agregar.
Su carta no estaría completa si faltara la parte exhortativa. Se da la
instrucción y entonces se pasa a reclamar la obediencia a la misma. Se emite la
ley y entonces se espera el cumplimiento. No es correcto reclamar obediencia a
un mandamiento no declarado. El apóstol les ha enseñado cómo vivir la vida que
agrada a Dios, por eso les dice:
A. LA MANERA DE EXHORTAR
"Por lo demás, hermanos, os rogamos y
exhortamos en el Señor Jesús, que de la manera que aprendisteis de nosotros
cómo conviene conduciros y agradar a Dios, así abundéis más y más".
Por las palabras: "por lo demás,
hermanos", Pablo está señalando a esas otras cosas importantes que debían
ser cuidadas. [Ilustración. A veces, cuando nos saludamos se nos pregunta u
ofrecemos cortésmente información sobre nuestros asuntos: familia, negocios,
iglesia, etc., puede ser que acerca de algunas cosas digamos: "esto está
así, aquello asá", pero sobre otros asuntos, no menos importantes, podemos
decir: "lo demás está bien".] En este caso, "lo demás" que
el apóstol señala, es un llamado a la conducta consecuente en virtud de las
instrucciones recibidas, es un reclamo a la obediencia. Son sus exhortaciones
-de orden- a la conveniente práctica de la conducta enseñada por el apóstol a
fin de agradar a Dios.
El
conocimiento intelectual no basta, no es suficiente; es más, dice la Escritura
que el conocimiento envanece; obviamente, se refiere a esa clase de
conocimiento que sólo se halla en la cabeza, pero que no ha bajado al corazón.
Un dicho popular, dice; "Del dicho al hecho hay mucho trecho". ¡Es
verdadero el dicho! "La fe sin obras es muerta". Puede haber conocimiento
intelectual, puede haberse observado el testimonio de un ministro fiel como el
apóstol Pablo, y aún así, necesitaremos una continuada amonestación y
exhortación a conducirnos como es digno de nuestro santo llamamiento.
Ciertamente, el buen testimonio y la instrucción apostólica comunicada por los
ministros del Señor a Su iglesia son parte integral de su disciplina
instructiva. Somos instruidos en la conducta santa por los preceptos y ejemplos
bíblicos.
De
paso, el apóstol Pablo enseña una vez más, por vía de su propio ejemplo, la
manera de ejercer el ministerio como siervo de Cristo, como quien está llamado
a ejercer autoridad, a amonestar, exhortar, reprender, aconsejar, etc. a la
iglesia del Señor, como quien ha de dar cuenta ante el Señor. En nada favorecen
a la iglesia aquellos supuestos ministros que se la pasan gritando, imponiendo
sus criterios, ejerciendo dominio o señorío sobre los hermanos, obligándolos o
forzándolos en alguna manera a hacer cuanto se les antoje. El apóstol Pedro
ruega con mucha humildad a los ancianos -como él- a pastorear la grey de Dios,
cuidando de ella, no por fuerza, sino voluntariamente, no por ganancia deshonesta,
sino con ánimo pronto; no como teniendo señorío sobre los que están a su
cuidado, sino siendo ejemplos de la grey (1 Pedro 5:1-3). El mayor entre
nosotros es el siervo.
Una
buena forma de gobernar la grey del Señor es la manera mansa y humilde de
presentarles la palabra del Señor, de amonestarles y exhortarles, lo cual el
apóstol Pablo hace -lo mismo que los demás apóstoles- rogando y exhortando en
el Señor Jesús. Esto es, en la esfera de Su reino: la iglesia, y por la
autoridad conferida por el Señor. Pudiera ser que, ante la manera suave y mansa
de hablar de un ministro de Jesucristo, que se dirige a sus consiervos con
ruegos y exhortaciones, aparezcan quienes opinan que tal hombre no tiene
autoridad, que de esa manera no llegará a ninguna parte, porque el concepto que
tienen respecto al ministro o predicador del evangelio, es que debe ser un
hombre que lanza rayos y centellas desde el púlpito y hace que todos tiemblen,
y así conseguir algún resultado en sus oyentes; pero eso no fue la práctica ni
la enseñanza de los apóstoles ni del Señor Jesús.
El
ministro de Jesucristo predica la Palabra, da el consejo de Dios con
mansedumbre, ruega que dicha Palabra sea obedecida y no desechada, que sea
puesta en alto, valorada, como Palabra de Dios y no de hombres, porque sabe las
funestas consecuencias de rechazar la palabra (:8) "...el que desecha esto
(refiriéndose, por supuesto, a su exhortación en los versículos anteriores), no
desecha a hombre sino a Dios, que también nos dio su Espíritu Santo".
Téngase en cuenta que estas palabras del apóstol se las está dirigiendo a
aquellos que habían recibido la palabra en medio de gran tribulación con gozo
del Espíritu Santo.
Esto
nos indica claramente que no basta con haberla recibido en alguna ocasión
anterior o al principio en ese espíritu de mansedumbre, sino que debe ser una
constante. Cada vez que se les hable o se les dirija la predicación o el
consejo, como dice Santiago: "...recibid
con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras
almas" (Santiago 1:21). Pero algunos ponen sus ojos en el predicador,
y al menospreciar al predicador menosprecian a Dios y a su Palabra.
Es
el mismo Espíritu Santo quien ha puesto a hombres falibles, a unos de entre
otros, según le ha parecido, a cuidar del rebaño del Señor; después de todo,
quien verdaderamente cuida y edifica su iglesia es el Señor, pero él usa a
aquellos que ha llamado para este ministerio, capacitándoles además para eso
mismo. Pablo dijo a los ancianos de Efeso que cuidaran del rebaño del Señor,
sobre el cual el Espíritu Santo los había puesto como supervisores, y al
recordarles que se trata de la iglesia que el Señor compró con su sangre, les
está diciendo implícitamente con cuánto amor, ternura y entrega la deben
cuidar. Y el apóstol Pablo lo sabe y lo practica muy bien, es, por tanto, un
ejemplo digno de imitar.
Ahora
bien, hermanos, la Palabra del Señor comunicada por sus ministros jamás será
desechada sin atraer graves consecuencias a quienes se rebelan, pues, como dice
el apóstol en el v. 6 "...el Señor
es vengador de todo esto".
Los
ruegos, amonestaciones, exhortaciones, reprensiones, consejos, etc. que son
comunicados a la iglesia en general y a
cada miembro de la iglesia en particular por los ministros del Señor no son
cosa de juego, no son palabras que se lleva el viento. Deséchese la labor de
los ministros y ¿qué tendremos? No la iglesia del Señor, sino una sinagoga de
Satanás. Los pastores son siervos de Cristo, ocupados en cumplir la voluntad
del Señor en la iglesia. Es Cristo mismo quien los ha colocado en su lugar o
posición de servicio, ellos mismos no se consideran dignos de tal distinción.
Pablo dice: "Doy gracias al que me
revistió de poder, a Cristo Jesús nuestro Señor, porque me tuvo por fiel,
poniéndome en el ministerio" (1 Timoteo 1:12). Hermanos, no es sabio
menospreciar la labor de los siervos del Señor, el equipo humano que el Señor
de la iglesia está empleando para apacentar su grey.
Ellos
comunican la Palabra por vía de ruegos y amonestaciones amorosas. Esto no
quiere decir que a veces no pierdan los estribos, sobre todo cuando a causa de
la falta de sometimiento hacen la obra del Señor entristecidos, con quejas.
Pero estas cosas no se imponen por la fuerza, ese no es el método de Dios, aquí
no se trata de la ley del más fuerte, ya sea física o temperamentalmente, no es
asunto de astucia humana; porque la fuente de las palabras usadas es Dios
mismo. Así que, no es de sabios ignorar de dónde proceden estas palabras.
Cualquiera
pudiera decir, luego de la predicación o del consejo pastoral: "Eso dice
ese hombre", y no sentir -por el momento- ningún remordimiento, pero si
"ese hombre" es un ministro de Cristo, fiel a Su Palabra, aunque no
suba la voz, aunque no golpee en el púlpito, aunque no se imponga mediante
algún artificio humano, tarde o temprano se dará cuenta de que fue un error
desechar su consejo, despreciar la amonestación o la exhortación pastoral.
Recuerde: Su problema no es con el siervo sino con el Señor del siervo.
"...porque el Señor es vengador de todo esto". Sí que podemos
descansar, el Señor nos deja a nosotros la parte de hacer el bien, de hacer
misericordia, de bendecir; si nos tratan mal, la venganza es de él. La ira es
de Él, de nosotros la intercesión, la misericordia.
Un
caso del A.T. ilustra el punto. Tomó Moisés mujer cusita, y sus hermanos, María
y Aarón murmuraron contra él y se sublevaron. Dijeron: "¿Solamente por Moisés ha hablado Jehová? ¿No ha hablado también
por nosotros? Y lo oyó Dios" (Números 12). Y si sólo lo hubieran
pensado, de igual manera los hubiera oído el Señor. No sólo hay que cuidarse de
la murmuración, sino también de los malos pensamientos. Ni se le ocurra hacer
algo así, o acariciar malos pensamientos, pero si lo va a hacer, por lo menos
hágalo en donde Dios no lo pueda oír; pero tal cosa es imposible, porque Él
todo lo oye, todo lo sabe.
Esta
historia de la murmuración de María y Aarón la hemos leído una y otra vez y
conocemos las funestas consecuencias que le sobrevinieron, especialmente a
María, a causa de esta rebeldía. Jehová les preguntó luego: "¿Por qué, pues, no tuvisteis temor de
hablar contra mi siervo Moisés?" Como castigo, María quedó leprosa. La
parte de Moisés: Orar por misericordia a favor de sus hermanos. Hermanos, no
son sin culpa quienes se rebelan contra los siervos de Dios, mansos como
Moisés, tampoco lo son quienes no se acojan a los consejos de los ministros que
el mismo Señor ha puesto en sus lugares de servicio.
B. LA INSTRUCCIÓN APOSTÓLICA
¿Cuál
es el ruego o exhortación específica que el apóstol hace a los hermanos
tesalonicenses? En una palabra: Obediencia. Que den una respuesta obediente a
las instrucciones apostólicas que les han sido comunicadas en nombre del Señor
Jesús. Lo cual, el apóstol hizo, no sólo en palabras sino también por medio del
ejemplo (ver. Filipenses 4:9), les dice: "Que
de la manera que aprendisteis de nosotros cómo conviene conduciros y agradar a
Dios, así abundéis más y más"
Aquellos
hermanos gozaron del ministerio personal del apóstol Pablo y sus compañeros.
Aunque Pablo no esté entre nosotros no tenemos menos, porque tenemos la Palabra
que el Espíritu Santo ha inspirado y que ha sido escrita para enseñarnos,
redargüirnos, corregirnos, instruirnos en justicia, a fin de que seamos
enteramente preparados para toda buena obra. La iglesia se sobreedifica sobre
el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del
ángulo Jesucristo mismo (Efesios 2:20).
La
Palabra de Dios es la espada del Espíritu; y los verdaderos ministros del Señor
bajo el control del Espíritu se ocupan en trazarla bien, procuran no oscurecer
el consejo, no agregarle ni quitarle, sino enseñar como el apóstol Pablo
"todo el consejo de Dios", predicando a tiempo y fuera de tiempo. El
apóstol cumplió en parte su labor entre ellos, les enseñó "cómo les
conviene conducirse y agradar a Dios". Y desea volver a verles para
completar lo que falte a su fe. Habiendo sido comprados por la sangre de Cristo
para Dios su Padre, nuestra vida no debe tener otro objetivo que no sea
conducirnos santamente para agradar a Dios.
C. EL OBJETIVO: CONDUCIRSE SANTAMENTE PARA AGRADAR A DIOS
Ya
que estamos hablando de esto, conviene examinar: ¿Cuánto esfuerzo hacemos por
conocer la voluntad de Dios y para cumplirla a fin de agradarle a Él? Tú
piensas la respuesta y de inmediato surge la excusa: "Es que no tengo
tiempo, tengo mucho trabajo". Como siervos del Señor, libertados del
pecado, nos hallamos bajo su autoridad, la cual deseamos cumplir de manera
gozosa, agradecidos por su amor y bondad hacia nosotros, y sus mandamientos
-que no son gravosos- nos han sido dados en Su Palabra, la cual debemos
escudriñar con el objeto de conocer más profundamente su voluntad para con
nosotros.
¿Quiénes
pueden efectivamente agradar a Dios? Proverbios
11:20b nos dice que "los de
camino intachable le son agradables". David dijo en 1 Crónicas 29:17 "Yo sé, Dios mío, que
tú escudriñas los corazones, y que la rectitud te agrada". Aún siendo
salvos nos acecha el peligro de desviar nuestro sometimiento, y en lugar de
servir a Dios y agradarle nos hacemos esclavos de los hombres procurando
agradar a los hombres. El apóstol escribió a estos hermanos de su firme
determinación de agradar a Dios al cumplir su ministerio entre ellos, les dijo en (1 Tesalonicenses 2:3,4) léase. Esta
es, sin lugar a duda, una característica del verdadero ministro de Jesucristo,
porque como Pablo les dice a los Gálatas, (Gálatas
1:10).
¿Quiénes
no puede agradar a Dios? Romanos 8:8
nos dice: "y los que viven según la
carne no pueden agradar a Dios". ¿Y cuál es el problema del que vive
en la carne? Que "la mentalidad de
la carne es enemistad contra Dios; porque no se somete a la ley de Dios, ya que
ni siquiera puede". El hombre carnal no agrada a Dios, es un enemigo
de Dios, porque no quiere ni puede someterse a Dios. Vemos nuevamente la
relación que existe entre agradar a Dios y someterse a Él en obediencia.
No
pueden agradar a Dios, son enemigos de Dios, no quieren ni pueden someterse a
Dios porque no tienen fe, como nos dice Hebreos.11:6
"Y sin fe es imposible agradar a Dios". En el versículo anterior
nos dice que Enoc fue trasladado para no ver muerte, que Dios lo trasladó; y
que antes de ser trasladado, "tuvo testimonio de haber agradado a
Dios". El mismo escritor a los Hebreos citó al profeta Habacuc y el
mensaje que Dios le dio: "Mas el
justo vivirá por fe", y agrega: "Y si retrocediere no agradará a mi
alma" (Hebreos 10:38).
¿Cuáles
beneficios o resultados acarrea el agradar a Dios? Aunque nuestra entrega y servicio
al Señor en gratitud a Él deberían ser incondicionales (ya se nos ha
enriquecido), el mismo Dios nos estimula por medio de promesas de premios y
recompensas o buenos resultados, los beneficios que se hallan ligados a nuestra
vida de obediencia a Él.
Vivimos
en un mundo lleno de enemigos (gratuitos), no es fácil vivir en paz con los
hombres impíos. Si nos ocupamos en agradar a Dios, él se ocupara en hacer que
nuestros enemigos estén en paz con nosotros. Proverbios 16:7 nos dice: "Cuando
los caminos del hombre son agradables a Jehová, aún a sus enemigos hace estar
en paz con él". Otros beneficios (Eclesiastés 7:26; Juan 8:29).
El
apóstol les refresca la memoria, ellos habían sido instruidos, pero tienen
necesidad de que se les recuerde lo ya enseñado, pues se les ha instruido con
el evangelio eterno, no con doctrinas que cambian con el tiempo, que procuran
adecuarse a la época, muchos tuercen así las Escrituras, pero nuestro Señor ha
dicho: "El cielo y la tierra
pasarán, pero mis palabras no pasarán". Les dice el apóstol: "Porque
ya sabéis qué instrucciones os dimos por medio del Señor Jesús", y
entonces pasa -por decirlo así- a darles un repaso que comprende los versículos
3-7. Todo el repaso se halla bajo el titulo, y enmarcado por la declaración de
que la voluntad de Dios es nuestra santificación (:3 y: 7).
Sean
las palabras de este mensaje motivo de meditación a fin de asegurarnos de estar
correctos en la actitud que tenemos frente a la Palabra del Señor predicada y
frente al ministro del Señor.
Félix M. Paulino
Félix M. Paulino