domingo, 31 de julio de 2022

¿Cuántos libros tiene la Biblia?

Problema cristiano, raíces judías

La Biblia no es un libro, como algunos creen, sino una biblioteca. Está compuesta por 73 libros, algunos de los cuales son bastante extensos, como el del profeta Isaías, que tiene 66 capítulos, y otros muy breves, como el del profeta Abdías, que no llega a tener capítulos, sino tan sólo 21 versículos. El más corto de todos sus libros es la 3.a carta de san Juan, de apenas 13 versículos. Estos libros están repartidos de manera tal, que al Antiguo Testamento corresponden 46 y al Nuevo Testamento

De vez en cuando suele caer en nuestra mano alguna Biblia protestante, y nos llevamos la sorpresa de que le faltan 7 escritos, por lo cual tan sólo cuentan 66 libros. Este vacío se encuentra en el Antiguo Testamento, y se debe a la ausencia de 4 libros llamados históricos (Tobías, Judit, 1. ° De los Macabeos, y 2. ° De los Macabeos), 2 libros llamados sapienciales (Sabiduría y Eclesiástico), y uno profético (el de Baruc).

¿Cuál es la historia de esta diferencia entre católicos y protestantes?

El Antiguo Testamento palestino

En el siglo I de la era cristiana, los judíos, que tan sólo aceptan el Antiguo Testamento, aún no habían definido la lista completa de sus libros, es decir, no habían clausurado la Biblia. Seguía abierta la posibilidad de que vinieran nuevos escritos a engrosar las Sagradas Escrituras.

Pero desde hacía mucho tiempo, especialmente a partir de la destrucción de Jerusalén en el s. VI a. C., y de la desaparición definitiva del estado judío libre, se venía acentuando en los responsables religiosos la preocupación por asegurar la continuidad de la fe en el pueblo, y concretar oficialmente la lista de las obras en las que se reconocía la fe de Israel. Algunas de la que circulaban entre la gente contenían, sin duda, ideas interesantes, pero también había otras que parecían dudosas e incluso francamente peligrosas.

Se fijaron entonces algunos libros que eran de indudable inspiración divina, y los aceptaron como Escrituras Sagradas. A este conjunto de libros oficiales, que la comunidad reconoció como inspirados y que contenía la doctrina auténtica, es al que damos el nombre de “canon” (normas, regla), ya que refleja la regla de vida para quienes creen en él.

Los otros que fueron rechazados, con el tiempo recibieron el nombre de “apócrifos” (ocultos) porque al ser de doctrina dudosa se los consideraba “de origen oculto”.

En el primer siglo de nuestra era, la comunidad judía de Palestina había llegado a reconocer en la práctica 39 libros como sagrados.

Los Setenta

Simultáneamente, en esa época existía en Alejandría, ciudad egipcia sobre la costa mediterránea, una colonia judía, la más numerosa fuera de Palestina, pues contaba con más de 100.000 israelitas que, por no entender ya el hebreo, usaban una famosísima traducción griega en la liturgia de sus sinagogas. La llamaban de los Setenta porque, según una vieja tradición, había sido hecha casi milagrosamente por 70 sabios.

Esta versión de los Setenta, además de los 39 libros que tenía el canon hebreo, conservaba en griego algunos textos de los que se había perdido el original hebreo, y además añadía otros textos nuevos escritos directamente en griego.

Los judíos de Palestina nunca vieron con buenos ojos estas diferencias de sus hermanos alejandrinos, y rechazaban aquellas novedades. Desde la más alta antigüedad hubo, por lo tanto, dos listas oficiales o “cánones” ligeramente distintos de las Escrituras: el palestino y el alejandrino.

En atención al destinatario

Los primeros cristianos, que habían oído decir a Jesús que Él no había venido a suprimir el Antiguo Testamento sino a planificarlo y completarlo (Cf. Mt 5,17), reconocieron también como parte de su Biblia los libros que usaban los judíos. Pero se vieron en dificultades. ¿Debían usar el canon breve de Palestina o el canon largo de Alejandría?

De hecho los cristianos, dispersos a lo largo del imperio, y que ya no sabían hablar hebreo porque el idioma común en todo el Cercano Oriente desde hacía trescientos años era el griego, se decidieron por la versión griega. Esto respondía a que los mismos destinatarios a quienes debían llevar la

Palabra de Dios, también hablaban griego. Por lo tanto, al usar la versión griega de la Biblia, debían emplear forzosamente los 7 libros en cuestión.

Para no ser confundidos

Como reacción contra los cristianos, que utilizaban ampliamente libros sagrados que los judíos consideraban exclusivos de ellos, y para peor indicando profecías que justificaban la creencia en Jesús de Nazaret a quien éstos rechazaban tenazmente, los judíos, en el transcurso del siglo II, resolvieron clausurar definitivamente el canon y quedarse con el más corto.

Fijaron su Biblia, es decir el Antiguo Testamento, en 39 libros. Hasta el día de hoy, el pueblo hebreo conserva como Escritura Sagrada los 39 libros que integraban el antiguo canon de Palestina.

En las comunidades cristianas, por su parte, y sin que laIglesia resolviera nada oficialmente, con el correr de los siglos se fue imponiendo en la práctica el uso de los 46 libros veterotestamentarios.

De cuando en cuando se alzaban algunas voces discordantes dentro de la Iglesia, que querían a los 39 escritos aceptados por los judíos. Algunas eran de peso, por ejemplo las de san Cirilo de Jerusalén (s. IV), san Epifanio (s. V), san Gregorio Magno (s. VII), y ya en épocas modernas el cardenal Cayetano.

La mecha que encendió Lutero

Cuando Martín Lutero inició el cisma protestante en 1517 y se separó de la Iglesia católica, entre los cambios que introdujo para su nueva Iglesia estuvo el de volver al canon breve, contrariamente a la tradición quince veces centenaria que venía manteniendo la Iglesia.

Le fastidiaban sobremanera al reformador estos 7 libros demás, que por otra parte estaban escritos en lengua griega, y no en la lengua religiosa judía.

Ante esta situación, los obispos de todo el mundo se reunieron en el famoso Concilio de Trento. Fue el más lar go de la historia de la Iglesia, ya que duró 18 años (1545- 1563), y todo él estuvo abocado a puntualizar y precisar la doctrina católica que en algunos aspectos, como en el bíblico, no había sido definida.

Y el día 8 de abril de 1546, mediante el decreto De Canonicis Scripturis, fijó definitivamente el canon de las Escrituras en 46 libros para el Antiguo Testamento, es decir, incluyeron terminantemente los 7 libros proscriptos por los protestantes.

Un nombre difícil

Desde entonces, las Iglesias protestantes y las sectas nacidas de ellas han caminado en la historia con esta laguna.

Para los católicos, pues, el Antiguo Testamento consta de 46 libros, 39 escritos en hebreo, y 7 en griego. A estos últimos, por haber sido objeto de disputas, y teniendo en cuenta que ingresaron en la lista oficial sólo tardíamente, se les dio el nombre de deutero canónicos, del griego deuteros (segundo), para significar que pasaron en un segundo momento a formar parte del canon.

Los primeros, en cambio, no habiendo estado nunca en discusión, son los llamados proto canónicos, del griego protos (primero) ya que desde el primer momento integran el canon.

Gracias a los modernos descubrimientos arqueológicos, entre ellos los de Qumrám, ha quedado confirmado que no todos los deutero canónicos fueron originariamente escritos en griego. Conocemos, por ejemplo, que el libro de Tobías estuvo compuesto anteriormente en arameo, mientras que los de Judith, Baruc, Eclesiástico y el 1.0 de los Macabeos lo fueron en hebreo. Solamente del 2. ° de los Macabeos y Sabiduría puede decirse que fueron redactados en griego.

La tan ansiada unidad

Desde que Lutero tradujo su Biblia al alemán en 1534 y segregó a los deuterocanónicos del elenco oficial de la Biblia, las Iglesias protestantes adoptaron igual medida. En los últimos años hay síntomas de un retomo a una actitud más moderada para con estos escritos, que ellos prefieren llamar apócrifos.

En efecto, han ido comprendiendo que ciertas doctrinas bíblicas, como la resurrección de los muertos, el tema de los ángeles, el concepto de retribución, la noción de purgatorio, empiezan a aparecer ya en estos 7 libros tardíos.

Suprimiéndolos, se quita un eslabón precioso en la progresividad y unidad de la Revelación, y se da un salto muy abrupto hacia el Nuevo Testamento.

Por éste motivo, se ven ya algunas biblias protestantes que al final, aunque con un valor secundario, incluyen los libros faltantes.

Quiera Dios que llegue pronto el día en que den un paso más y los acepten definitivamente con la importancia propia de la Palabra de Dios, para poder volver a la unidad que un día perdimos.

Compilado